martes, 26 de julio de 2011

Hundimiento del Bismarck







Ni la máquina más poderosa de todos los tiempos puede oponerse a una flota entera con una única obsesion: cazar y hundir al Bismarck.
El mismísimo Wiston Churchill, en la Cámara de los Comunes, había declarado que había que acabar con él "a cualquier precio".

Y es que al Reino Unido le había dolido, y mucho, ver como su buque insignia y orgullo de la Royal Navy, el HMS Hood, era hundido por el navío comandado por el almirante Lütjens: Siglos de ventaja en cuanto a victorias y logros navales por parte británica se esfumaban en apenas siete minutos. Y claro, ya sabemos cómo son los ingleses. La cosa no podía terminar ahí.

Siete acorazados, dos portaaviones, cuatro cruceros pesados, siete ligeros, veintiún destructores, seis submarinos y más de cien aviones 'peinaban' las aguas del Atlántico y el Mar del Norte buscando al Bismarck, hasta que un hidroavión catalina lo avistó.
Se acercaba el fin para el gigante alemán.







El portaaviones Ark Royal lanzó un ataque de sus algo anticuados pero igualmente útiles swordfish cargados de torpedos que fueron recibidos por un salvaje e intenso fuego de los antiaéreos e incluso las piezas de 38 cm que mantuvieron a raya a los biplanos, cuyos lanzamientos fueron esquivados a bases de golpes de caña del Bismarck.
Sin embargo, tres de los aviones, en una hábil maniobra, hicieron un vuelo rasante tomando desprevenida a la tripulación alemana, y lazaron tres torpedos, uno de los cuales, tremendamente acertado, impactó de lleno en el timón derecho, dejándolo fijado y obligado al acorazado a girar en redondo, sin gobierno y, por tanto, sentenciado.

Llegaba el momento de la revancha británica, y asomaban por el horizonte los acorazados Rodney, King George V y Renown. Es el amanecer del 27 de mayo de 1941.
Comprobando en primer lugar que el Bismarck, en efecto, daba círculos sin poder impedirlo, comenzó un brutal ataque, una lluvia hierro que hizo imposible la réplica del navío alemán.
Una vez sus baterías quedaron silenciadas, los británicos arrasaron la cubierta, acabando con cualquier infeliz que asomara la cabeza.

El hundimiento del acorazado, dado su excelente blindaje, fue lento y doloroso. 1.900 hombres se fueron con él, incluyendo al almirante Lütjens y al capitán de navío Ernst Lindemann.
Sólo 110 alemanes fueron rescatados por el HMS Dorsetshire (la flota inglesa se retiró por la supuesta presencia de un submarino alemán en la zona), y otros 800 marinos morirían en las gélidas aguas.







Así explicó el almirante inglés sir John Torvey el final del navío:

“El Bismarck ha librado una batalla extremadamente heroica contra un adversario muy superior, mostrándose digno de las más bellas tradiciones de la antigua Marina Imperial, Se ha hundido enarbolando su pabellón”.

3 comentarios:

  1. Ingleses. Já. No tienen respeto por el adversario. Ley milenaria de la Marina Mundial: cuando un navió de guerra quede fuera de peligro, no debeís seguir atacando. Los ingleses no son dignos ejemplos de seguir.

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  2. no lo undieron los britanicos,sino la tripulacion del bismark.pusieron cargas explosibas en distintos puntos de la quilla.

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  3. es increible como una sola nave de combate cause tantos estragos o casi toda la flota inglesa. pero tenia q ser aleman Admirable.

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