Jean Maximilien Lamarque, nacido en Saint-Sever (Landes) el
22 de julio de 1770, muerto de cólera el 1 de junio de 1832, fue un
oficial-general francés, que hizo su carrera en los ejércitos de la Revolución
y el Imperio, en particular destacó en las guerras de Vendée y España.
Infancia y educación
La juventud de Jean Maximilien Lamarque tuvo lugar en una
familia acomodada, su padre Pierre-Joseph Lamarque (1733-1802) fue un abogado
en el parlamento, procurador del rey y senescal de Saint-Sever. Estudió en la
universidad de los jacobinos de Saint-Sever, donde uno de sus tíos,
Jean-Jacques Lamarque (1737-1809), fue prior, antes de convertirse en director
del seminario de Dax, entonces vicario general de la diócesis. En 1791, el tío
se niega a tomar juramento y serán perseguidos durante el Terror. Jean
Maximilien tuvo una excelente educación.
Revolución Francesa
Su padre Pierre-Joseph Lamarque (1733-1802), elegido
diputado del Tercer Estado de los Estados Generales de 1789, tomó el Juramento
del Juego de Pelota, a continuación, formó parte de la Asamblea Nacional
Constituyente. En marzo de 1790, el joven Jean Maximilien, con 19 años, dejó su
ciudad natal para reunirse con su padre en París y completar sus estudios. Se
mezcla en la febril vida política de la capital, y se compromete en 1792 con
una empresa privada. Poco después, se colocó en la cabeza del batallón que
saquea la Catedral de Vabres, rompiendo el mármol del altar con el fin de
construir un monumento y para recoger las crines de Marat. Después, quemaron el
edificio.
A principios de 1793 es el cuarto batallón de voluntarios de
Landes.
Restauración
Al restaurarse los Borbones en el poder (1815), Lamarque se
convirtió en un visible opositor de la idea del retorno al antiguo régimen.
Cuando los Borbones son depuestos (1830), él participó en las fuerzas para
reprimir los levantamientos de partidarios del legitimismo que apoyaban el
regreso de la familia real.
Sin embargo, pronto se convirtió también en crítico de la
nueva monarquía constitucional del rey Luis Felipe I (el "rey
ciudadano"), argumentando falta de respeto a los derechos humanos y
libertades políticas. Sus puntos de vista reforzaron su simpatía popular. Su
muerte fue catalizador para la rebelión parisina de 1832, que proveyó la escena
para la novela de Víctor Hugo, Los Miserables.
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