Los recuerdos de los lugares de vacaciones o los anuncios
publicitarios no se escribían, sino que se dictaban a un micrófono y se
reproducían en casa.
Hace años que no escribes una, pero todavía te las
encontrarás en las tiendas de recuerdos de muchos monumentos o lugares
turísticos. Las postales son un clásico que poco a poco ha ido desapareciendo
de nuestra forma de comunicar. Una imagen pintoresca a un lado de la cartulina
y al otro un mínimo espacio para escribir un mensaje, un remitente y colocar un
sello. En ocasiones, tardabas tú menos en volver a ver a la persona a la que
escribiste que la postal en llegar.
Con el correo electrónico y los teléfonos móviles, ya pocos
usan postales. Una foto mandada por WhatsApp para poner a todos los dientes
largos y unas simples palabras (“estamos bien”, “mira qué lindo”) ya es
suficiente. Las imágenes se han sustituido también por los vídeos. Hasta
podemos mandar una nota de voz.
Pero ya estaba todo inventado. A comienzos del siglo XX,
hubo empresas visionarias que observaron que aquellos trozos de cartulina con
imágenes de monumentos podían tener algo más que unas tristes palabras. Quizá
unas vistas cinematográficas fueran más aparatosas, y no todo el mundo tenía un
cinematógrafo en su casa. Un gramófono era más popular. Dicho y hecho.
Fonopost,
Sprechende Postkarte, Talking Card, Phonopost, Carte Postale Parlante… Fueron
muchos los nombres con los que se conocieron las postales sonoras, trozos de
cartón o celuloide duros con una ilustración en una cara y un disco pegado en
la otra. En los primeros años de la centuria ya se anunciaban en Alemania como
una invención “histórica” que permitía cantar y palpar la música.
En aquella época se experimentó con varios materiales, ya
que el papel ordinario era demasiado ligero para pegar los discos. El celuloide
fue otro de los elegidos, a pesar de que era flexible (se prefería algo más de
rigidez) y caro. Sin embargo, el celuloide transparente era un material ligero
que no encarecía demasiado los costes de franqueo y permitía fijar el disco con
facilidad sobre otra imagen.
Mensajes 'secretos'
Por aquellos años, varias compañías francesas vendían
gramófonos capaces de grabar sonido en postales preparadas para ello. De hecho,
había quien alababa en la prensa este nuevo invento como una forma de mantener
el secreto de la correspondencia, ya que los mensajes solo serían escuchados
por quien tuviera un gramófono compatible.
Alemania incluso manufacturaba postales para exportar a
Estados Unidos. En el país norteamericano, y a diferencia de Europa, se
utilizaron en un principio más para propósitos publicitarios, bien para marcas
de tabaco o incluso para elecciones a gobernador. Muchas ilustraciones se
diseñaban allí y se mandaban a tierras germanas para ser impresas en el
soporte. De allí regresaban a Estados Unidos para ser vendidas.
Max Thomas, fabricante de maquinaria fonográfica a comienzos
del siglo XX, describía así el invento: “Ha sido propuesto para permitir a las
personas, cada una de ellas provista de un gramófono, conversar la una con la
otra enviando a través del correo una postal o carta compuesta de papel o
celuloide”.
Thomas comercializó hasta 80 postales distintas con
canciones, allá por 1905, en Gran Bretaña. Sin embargo, también se podían
dictar mensajes de cariño, amor o amistad para el remitente. Incluso, han
llegado hasta nuestros días postales con mensajes vacilantes: hay una de una
joven española en la que se oyen las dubitativas “no sé qué decir” o “me lo
estoy pasando muy bien”. Las típicas frases que escribirías en una postal.
La Gran Depresión hizo que estas tarjetas casi desaparecieran,
pero las postales sonoras regresaron varias veces (si es que alguna vez se
fueron). En 1953, una compañía soviética produjo tarjetas plegadas que se
podían abrir, mientras que de los discos de surco de 78 revoluciones por minuto
se pasó a los de 45 o 33. En los años sesenta, Japón también produjo sus
propios discos. Mientras tanto, en Polonia se llegaron a producir grabaciones
pirata de pistas de música occidentales.
El fotomatón que usó Elvis
En aquellas décadas hubo incluso una especie de fotomatones
insonorizados donde la gente podía grabar sus mensajes y mandarlos luego por
correo postal. Hablamos de las cabinas Voice-O-Graph, que se colocaban cerca de
lugares turísticos, aeropuertos y estaciones de tren y cuyo funcionamiento era
muy simple: se introducía una moneda y se recitaba el mensaje delante de un
micrófono mientras una serie de luces indicaban los segundos que quedaban. Tras
ello, el disco era expulsado, ya preparado para mandar por correo. Sin embargo,
aquí no había cartulina con la que mandarlo: el sobre era obligatorio.
Se dice que hasta Elvis Presley usó máquinas parecidas a las
Voice-O-Graph para grabar sus maquetas (el cantante diría que las utilizó para
mandárselas a su madre). Además, muchos conocieron recientemente estas máquinas
y sus notas de voz gracias a un anuncio navideño de Apple en el que una joven
recuperaba un viejo disco en el que había cantado su abuela.
Las cintas magnetofónicas, las grabadoras portátiles y ahora
las grabadoras de voz de los teléfonos móviles hicieron desaparecer a estas
postales con un disco pegado. Aunque todavía hubo un revival en 2007: una
compañía de Glasgow, en Reino Unido, producía postales con vídeo o música
escocesa. Por 1,25 libras (1,61 euros), cualquiera se podía llevar a casa una
pintoresca imagen con motivos escoceses y un DVD con imágenes de la región.
¿Novedoso? En absoluto: los discos pegados al cartón ya llevaban cien años
viajando a los hogares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario