Gracias a Internet y a la ubicuidad de los medios sociales, la exposición popular a los hallazgos del criticismo bíblico se ha incrementado exponencialmente. Y gran parte de esto se enfoca en un tema: la historicidad, o específicamente la no historicidad, del éxodo bíblico. Aquí me gustaría ofrecer una defensa académica de la plausibilidad del evento del Éxodo.
El caso contra la historicidad del Éxodo es sencillo, y su
esencia puede formularse en tres palabras: falta de evidencias. En ninguna
parte de los registros escritos del antiguo Egipto hay alguna mención explícita
de los hebreos ni de los esclavos israelitas, mucho menos de una figura llamada
Moshé. No hay ninguna mención de que las aguas del Nilo se transformaran en
sangre, ni de ninguna serie de plagas que correspondan con las de la Biblia, ni
de un faraón derrotado en la escala que sugiere la narrativa de la Torá, en
donde todo el ejército egipcio se ahogó en el mar.
Ningún erudito ni arqueólogo competente negarán estos
hechos. ¿Caso cerrado? Para aquellos que quieren defender la plausibilidad de
un éxodo histórico, ¿qué posible respuesta puede haber?
Comencemos por la falta de evidencia de la existencia de los
hebreos en los registros egipcios. Es cierto que esos registros no contienen
una referencia clara y no ambigua a los "hebreos" o
"israelitas". Pero eso no debería sorprendernos. Los egipcios se
referían a todos sus esclavos semitas occidentales simplemente como
"asiáticos", sin ninguna distinción entre los grupos, tal como los
esclavizadores en el Nuevo Mundo nunca identificaban a sus esclavos negros por
el área específica de África de donde provenían.
De forma más general, hay un límite a lo que puede esperarse
de los registros escritos del antiguo Egipto. Noventa y nueve por ciento de los
papiros producidos durante el período en cuestión se han perdido, y no ha
sobrevivido ninguno del delta oriental del Nilo, la región donde la Torá afirma
que residían los hijos de Israel. En cambio, tenemos que confiar en
inscripciones en monumentos, las cuales son principalmente reportes a los
dioses sobre los logros reales, y están lejos de ser completos o confiables
como registros históricos. Ellos se asemejan a los currículums actuales, y son
igualmente notables por su incapacidad de registrar cualquier clase de
contratiempos.
Más adelante tendremos razones para revisar estas
inscripciones. Pero ahora consideremos la ausencia de evidencia arqueológica
especifica del Éxodo. De hecho, muchos grandes eventos registrados en diversos
escritos antiguos son arqueológicamente invisibles. Las migraciones de los
celtas en Asia Menor, de los eslavos en Grecia, de los arameos a través del
Levante (todos ellos descriptos en fuentes escritas), no tienen ninguna huella
arqueológica. Y tampoco eso es sorprendente: la arqueología se enfoca en el
hábitat y las construcciones. Los migrantes, por definición, eran nómadas.
Un silencio similar encontramos en el registro arqueológico
respecto a muchas conquistas cuya historicidad por lo general es aceptada. Esto
incluye muchas batallas grandes y significativas, incluso algunas relativamente
recientes. La conquista anglosajona de Bretaña en el siglo V, la conquista
árabe de Palestina en el siglo VII, incluso la invasión normanda de Inglaterra
en 1066: todo esto dejó pocos restos arqueológicos, si es que hay alguno. ¿Esto
se debe a que la conquista generalmente va acompañada de destrucción? No
realmente: los libros bíblicos de Iehoshúa y Jueces, por ejemplo, relatan una
infiltración gradual a la tierra de Israel, y sólo un puñado de ciudades fueron
destruidas. Lo que es cierto respecto a la antigüedad también es cierto para
muchos períodos en la historia militar en donde la conquista de ninguna manera
implicaba una destrucción automática.
De hecho, hay mucho más para decir al respecto. Muchos
detalles de la historia del Éxodo parecen reflejar sorprendentemente las
realidades de Egipto a finales del segundo milenio, el período en el que
probablemente tuvo lugar el Éxodo, y hay toda clase de detalles que un escriba
que viviera siglos más tarde e inventara la historia no hubiera podido saber:
Hay rica evidencia de que poblaciones semitas occidentales
vivieron durante la mayor parte del segundo milenio en el delta oriental del
Nilo, lo que la Torá llama Goshem. Algunos eran esclavos, algunos fueron
criados en la corte del Faraón, y algunos, como Moshé, tenían nombres egipcios.
Hoy sabemos que el gran faraón Ramsés II, que reinó del 1279
al 1213 AEC, construyó un enorme centro administrativo de adobe en un área
donde vivieron grandes poblaciones semíticas durante siglos. Este fue llamado
Pi-Ramsés. Éxodo (1:11) especifica que los esclavos hebreos construyeron las
ciudades de Pitom y Ramsés, una posible referencia a Pi-Ramsés. El sitio fue
abandonado por los faraones dos siglos más tarde.
En el relato del Éxodo, los faraones son llamados
simplemente "Paró" (faraón), mientras que en pasajes bíblicos
posteriores, los monarcas egipcios son llamados por su nombre particular, por
ejemplo "Paró Nejo" (Reyes II 23:29). También esto hace eco de la costumbre
de Egipto, donde desde mediados del segundo milenio hasta el siglo diez AEC, sólo
se usaba el título "Paró".
Los nombres de diversas entidades nacionales mencionadas en
el Cántico del Mar (Éxodo 15:1-18), tales como filisteos, moavitas, edomitas,
etc., se encuentran también en las fuentes egipcias poco antes del 1200 AEC.
También sobre esto, el libro de Éxodo es exacto respecto al período.
Las historias del Éxodo y el subsecuente deambular de los
israelitas por el desierto, reflejan un conocimiento sólido de la geografía y
las condiciones naturales del delta oriental del Nilo, de la península del
Sinaí, el Neguev y Transjordania.
El Libro de Éxodo (13:17) señala que los israelitas
eligieron no atravesar la península del Sinaí por el norte, por la ruta costera
hacia lo que hoy es Gaza, porque eso hubiera implicado encuentros militares. El
descubrimiento de extensas fortificaciones egipcias a lo largo de esa ruta del
período en cuestión, confirma la veracidad de esta observación.
Los arqueólogos han documentado cientos de nuevos
asentamientos en la tierra de Israel a finales del siglo XIII y del siglo XII
AEC, congruente con el testimonio bíblico de la llegada al lugar de los
esclavos liberados. Sorprendentemente, en estos asentamientos no se encontraron
los huesos de cerdo que normalmente se encuentran en tales lugares. Gran
destrucción se encontró en Bethel, Iokneam y Hatzor, ciudades tomadas por
Israel de acuerdo con el libro de Iehoshúa. En Hatzor, los arqueólogos
encontraron estatuas de culto mutiladas, lo que sugiere que eran repugnantes
para los invasores.
La primera mención escrita de una entidad llamada
"Israel" se encuentra en la inscripción de victoria del faraón
Merneptah de 1206 AEC. En ella, el faraón enumera las naciones que venció en el
curso de una campaña al sur de Levante; entre ellas: "Israel fue asolada y
su simiente ya no existe". Israel está escrito de forma tal que connota a
un grupo de personas, no una ciudad ni una región establecida, lo que implica
que todavía no había una entidad completamente asentada con control contiguo
sobre toda la región. Esto concuerda con la descripción de la Biblia en
Iehoshúa y Jueces respecto a una conquista gradual de la Tierra.
Para resumir lo que hemos dicho hasta ahora; no hay
evidencia explícita que confirme el Éxodo. Lo más que tenemos es un texto (el
Tanaj) que muestra una buena comprensión de una amplia gama de aspectos
bastante estandarizados de las realidades del antiguo Egipto. Definitivamente
esto es algo y no debemos negarlo. ¿Pero podemos decir todavía más? Yo creo que
sí.
Uno de los pilares del estudio crítico moderno de la Biblia
es lo que se llama el método comparativo. Los eruditos elucidan un texto
bíblico notando las similaridades entre él y textos encontrados en las culturas
adyacentes a la antigua Israel. Si las similaridades son muchas y claramente
distintivas a las dos fuentes, se vuelve plausible mantener que el texto
bíblico pueda haber sido escrito bajo la influencia directa o en respuesta al
texto extra bíblico. ¿Por qué esta dirección unilateral de lo extra bíblico a
lo bíblico? La respuesta es que Israel en gran medida era una parte débil,
rodeada política y culturalmente por fuerzas mucho mayores, y nunca se ha
encontrado ningún texto hebreo de la época previa al exilio babilónico (586
AEC) traducido a otros idiomas. Por lo tanto, por lo general se entiende que
las similitudes entre textos en idioma acadio o egipcio y el Tanaj reflejan la
influencia de los primeros en los últimos.
El método comparativo puede producir resultados
deslumbrantes, agregando dimensiones de comprensión a pasajes que alguna vez
parecían poco claros o evidentes y poco excepcionales. Por ejemplo, considera
cómo en la mesa del Séder recordamos cómo Dios sacó a Israel de Egipto
"con mano fuerte y brazo extendido". Muchos se sorprenderán al
descubrir que esta frase bíblica de hecho tiene origen egipcio: en las
inscripciones egipcias rutinariamente se describe al Faraón como "la mano
poderosa" y sus actos como los de "el brazo extendido".
¿Por qué el Libro de Éxodo describiría a Dios con los mismos
términos usados por los egipcios para exaltar a sus faraones? Aquí vemos la
dinámica de la apropiación. Durante gran parte de su historia, el antiguo
Israel estuvo bajo la sombra de Egipto. Para los pueblos débiles y oprimidos,
una forma de resistencia cultural y espiritual es apropiarse de los símbolos
del opresor y usarlos para propósitos ideológicos competitivos.
Un buen ejemplo de esto en tiempos contemporáneos lo
encontramos en Israel durante la Operación Borde Protector, en el conflicto con
Hamás en el año 2014. Los líderes de Hamás en Gaza produjeron videos de
propaganda en idioma hebreo dirigidos al público israelí. Con un jingle que
decía: "¡Levántate! ¡Ataque!", se veía a los terroristas de Hamás lanzar
misiles contra objetivos civiles israelíes. Pero el video fracasó. De inmediato
los israelíes comenzaron a producir parodias de "¡Levántate!
¡Ataque!" con conmovedora música de piano y a capella. "¡Levántate!
¡Ataque!" se convirtió en un hit imprescindible en todas las bodas. Los
israelíes estaban demostrando la dinámica de la apropiación: tomaron los
símbolos de propaganda de quienes los amenazaban y los emplearon como herramientas
de resistencia cultural.
Pero en su relato del Éxodo, la Torá se apropia de muchas
más frases y símbolos individuales. De hecho, ella adopta y adapta uno de los
más conocidos relatos de uno de los más grandes de todos los faraones egipcios.
El logro supremo de Ramsés II (reinó entre 1279-1213 AEC), también conocido
como Ramsés el Grande, tuvo lugar a comienzos de su reinado, con su victoria
sobre el archirrival de Egipto, el imperio hitita, en la batalla de Kadesh: un
pueblo ubicado en el Río Orontes, en el límite actual entre Líbano y Siria. Se
cree que esta fue la mayor batalla con carretas de la historia. Al retornar a
Egipto, Ramsés inscribió relatos de esta batalla en monumentos por todo el
imperio. Diez copias de la obra, conocidas como el Poema de Kadesh, existen
hasta el día de hoy. Estas múltiples copias hicieron que la batalla de Kadesh
fuera el evento más publicitado en el mundo antiguo. Muchos egiptólogos creen
que el Poema de Kadesh fue un "pequeño libro rojo" ampliamente
difundido, con la intención de despertar la adoración pública respecto al valor
de Ramsés el Grande.
Hace 80 años, los eruditos notaron en varios bajo relieves
que acompañaban al poema de Kadesh una inesperada afinidad entre las
descripciones bíblicas del Tabernáculo y las ilustraciones del campamento de
Ramsés en Kadesh. En la imagen inferior de la batalla de Kadesh, el campamento
militar amurallado ocupa el mayor espacio rectangular de la parte inferior del
bajo relieve.
El campamento es el doble de largo que de ancho. La entrada
está en medio del muro oriental, a la izquierda. (En las ilustraciones
egipcias, el este está a la izquierda y el oeste a la derecha). En el centro
del campamento, después de un largo corredor, se encuentra la entrada a una
tienda rectangular 3:1. Esta tienda cuenta con dos secciones: un 2:1 es la
tienda de recepción, con figuras arrodilladas en adoración y hacia el occidente
(a la derecha) de ella, un espacio cuadrado abovedado que es la tienda del
trono del faraón. Todas estas proporciones se ven reflejadas en las
prescripciones para el Tabernáculo y el campamento que lo rodeaba en Éxodo
25-27, como queda claro en los dos siguientes diagramas:
Para completar el paralelo, las cuatro divisiones armadas de
Egipto en Kadesh acampaban a los cuatro lados del campamento de batalla de
Ramsés. El libro de Números (capítulo 2) dice que las tribus de Israel
acampaban a los cuatro lados del campamento del Tabernáculo.
Algunos eruditos sugieren que la Biblia reformó
ideológicamente la tienda del trono, con Dios desplazando a Ramsés el Grande
como la fuerza más poderosa de la época.
Cuando se despertó mi interés por las similitudes entre el
Tabernáculo y la tienda del trono de Ramsés, decidí observar más detenidamente
los componentes textuales de las inscripciones de Kadesh, para aprender qué
podían enseñarme sobre Ramsés, los egipcios y la batalla de Kadesh. Lo que
comprendí fue que las similitudes se extienden a toda la trama del poema de
Kadesh y al Cántico por la división del mar en Éxodo 14-15.
Es razonable afirmar que el relato de la división del mar
(Éxodo 14) y el Cántico del Mar (Éxodo 15) reflejan un acto deliberado de
apropiación cultural. Si las inscripciones de Kadesh dan testimonio del mayor
logro del más importante faraón del mejor período de la historia egipcia,
entonces el libro de Éxodo clama que el Dios de Israel subyugó a Ramsés el
Grande y lo derrotó en su propio juego.
Los dos relatos siguen secuencias similares de motivos e
imágenes que no se ven en ninguna otra parte en los antiguos relatos de
batallas del Oriente Cercano. Estos son los principales elementos del paralelo:
las tropas de Ramsés rompen filas al ver la fuerza de los carros hititas y
también Israel se acobarda al ver los carros egipcios que se aproximan. Ramsés
ruega ayuda Divina, tal como lo hizo Moshé, y fue animado a seguir adelante con
la victoria asegurada, tal como Dios le aseguró a Moshé. El bajo relieve
muestra los cuerpos de los hititas flotando en el río Orontes.
Lo más sorprendente es que las tropas de Ramsés regresan
para inspeccionar los cadáveres enemigos. Asombrados por el logro del rey, las
tropas ofrecen un himno de victoria que incluye alabanzas a su nombre,
referencias a su brazo fuerte y un tributo a él como la fuente de su fuerza y
de su salvación. Así también los israelitas inspeccionaron los cuerpos de los
egipcios y ofrecieron un himno de alabanza a Dios (el Cántico del Mar en Éxodo
15), que contiene muchos de los motivos que encontramos en el himno de alabanza
de las tropas de Ramsés. Ramsés consumió a su enemigo "como paja"
(cf. Éxodo 15:7). Tanto el poema de Kadesh como el Cántico del Mar concluyen
con el "rey" (Ramsés y Dios, respectivamente) guiando a sus tropas
tranquilamente a casa, intimidando a lo largo del camino a las tierras
foráneas, llegan al palacio y obtienen un reinado eterno.
Las últimas copias del poema de Kadesh en nuestra posesión
son del reinado mismo de Ramsés, y no hay referencias a él, ni claros intentos
de imitarlo, en la literatura egipcia posterior. No hay evidencia de que
ninguna inscripción histórica del antiguo Egipto haya llegado alguna vez a
Israel. Esto sugiere que es poco probable que un escriba israelita que viviera
siglos más tarde haya podido conocer el Poema de Kadesh, mucho menos tomarlo
prestado para inspirar a su propio pueblo.
Las pruebas existen en geometría, y a veces en las leyes,
pero raramente dentro de los campos de estudios bíblicos y de la arqueología.
Como suele ocurrir, el registro que tenemos es sumamente incompleto, y la
especulación sobre la transmisión cultural debe permanecer como algo
contingente. Hacemos lo mejor que podemos con lo poco que tenemos, invocando la
plausibilidad más que la prueba. Los paralelos aquí presentados no
"prueban" la veracidad histórica del relato del Éxodo, por cierto no
en su totalidad. Pero la evidencia aquí aducida puede tomarse razonablemente
como una indicación de que el poema fue transmitido durante el período de su gran
difusión, que es el único período en el que parece que alguien en Egipto le
prestó atención, es decir durante el reinado del mismo Ramsés II. Al apropiarse
y "traducir el valor" de la conocida composición del Poema de Kadesh
de Ramsés II, la Torá declara que el Dios de Israel venció el máximo logro del
mayor potentado de la Tierra.
Si bien esto puede despertar una discusión respecto a la
historicidad del Éxodo, ¿es kasher? ¿Realmente podemos decir que Dios toma
prestados textos paganos, aunque sólo sea para polemizar contra ellos, y los
incorpora a Su Sagrada Torá? Eso fue lo que pensó Maimónides. Maimónides
escribió que había investigado mucho para aprender cuanto pudo sobre el antiguo
Oriente y en su "Guía para los perplejos", lamenta no saber más sobre
el tema. Para Maimónides, muchas de las mitzvot relativas al servicio de los
sacrificios en el Templo, de hecho eran adaptaciones de prácticas paganas.
Maimónides creía que la Torá tomó formas de adoración idólatras que eran
conocidas a los israelitas en Egipto y las modificó de manera que se acercaran
a la creencia monoteísta. El exégeta medieval, Rav Levi B. Gershom (Ralbag),
afirma que la Torá de Dios fue escrita utilizando las convenciones literarias
de la época (Comentario sobre la Torá, al final del Séfer Shemot). Rav Abraham
Isaac Kook se sentía perfectamente cómodo con la idea de que pudiera haber
historias inspiradoras y leyes justas que preexistieran a la Torá, y que fueran
elegidas por Dios para incluirlas en su sagrada Torá.
Cuando nos reunimos en la noche de Pésaj para celebrar el
Éxodo y la liberación de la opresión de Egipto, podemos decir las palabras de
la Hagadá con honestidad e integridad: "Fuimos esclavos del faraón en
Egipto".
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