Los Reinos Aymaras, Señoríos Aymaras, Señoríos Aimaras o Reinos Lacustres fueron un conjunto de pueblos nativos que florecieron hacia el período intermedio tardío, posterior a la caída de la cultura Tiahuanaco cuyas sociedades se ubicaron geográficamente en el Altiplano andino. Se desarrollaron entre los años 1150 y 1477 en que fueron conquistados por los Incas. Los reinos desaparecieron por la conquista militar de los incas, pero la población aimara actual, descendiente de estas poblaciones, se calcula en dos millones ubicados en los países de Bolivia, Perú y Chile. Usaron la lengua aimara y puquina.
Origen
Los antecesores de los actuales Aymaras nunca supieron que
se llamaban así. Los incas los llamaban collas, hasta que en 1559 Juan Polo de
Ondegardo y Zárate los denominó «aymaras» a partir de la información
lingüística obtenida en el Collao de una pequeña colonia de mitimaes
«quechuas», pero que habían incorporado el lenguaje local y que se denominaban
aymaras y provenían de los alrededores de Cuzco. Así se llamó «en español» al
idioma cuyo real nombre era jaqi aru (significando humanidad y lengua
respectivamente) y después le aplicaron ese nombre a quienes hablaban ese
idioma, quienes se llamaban a sí mismos jaqi.
Los documentos tempranos de la colonia no dan nombre propio
al idioma, sino que los cronistas Cieza de León y Pedro Pizarro se refieren a
él como «lengua del Collao» y «lengua de los collas» respectivamente. En 1559,
el licenciado Juan Polo de Ondegardo, a la sazón corregidor del Cusco, escribe
la relación De los errores y supersticiones de los indios tras haber convocado
una junta de «indios viejos que habían quedado» (de la época inca) que le
sirvieron de informadores. Por este medio, Ondegardo tuvo conocimiento de un
grupo de mitimaes (una etnia desplazada por el estado) que era originario de la
región cusqueña y que, en última instancia, había acabado asimilando el habla
aimaraica de su nuevo entorno. Tomando la parte por el todo, se empezó a usar
el nombre de la etnia trasplantada como nombre de todo el idioma, de manera que
en las publicaciones producidas por el III Concilio Limense (1584-85), que
incorporan también un extracto de la mencionada obra de Ondegardo, aparece por
primera vez la palabra «aymara» explícitamente aplicada a la lengua.
La etimología original del glotónimo «aimara» [aj.ˈma.ɾa])
se encuentra dentro de lo especulativo, aunque se sabe que proviene de un
etnónimo originario del departamento peruano de Apurímac. Procede de los Andes
centrales en Lima, en la serranía central del Perú. Se fue extendiendo hacia el
sur como lingua franca, y fue adoptada como lengua materna por los pueblos de
la cultura Wari. Hacia el Intermedio Tardío fue reemplazada por el quechua
desde la costa hasta el Cuzco y su ingreso se habría producido, al parecer de
manera violenta, por conquista militar avanzando desde el norte hacia el
sur-este a lo largo de la Cordillera Occidental de los Andes y se repartieron
el territorio altiplánico posiblemente bajo forma de diversos señoríos o reinos;
algunos mencionados por Bertonio son: Lupacas, Pacajes, Carancas, Quillaguas,
Charcas y otros.
La historia acerca del surgimiento u origen de la cultura
aimara es bastante compleja y han surgido diferentes opiniones e hipótesis
acerca de ello, inicialmente se creía que esta etnia sería descendiente de la
cultura Tiahuanaco, por parte de antropólogos e historiadores como Carlos Ponce
Sanginés o Max Uhle, algunos de sus principales argumentos eran los siguientes:
El cronista Reginaldo de Lizárraga describe al pueblo
puquina, pero este cronista comete un error de redacción al describir que el
pueblo puquina sería próspero, agricultor y ganadero, fundando así esta
hipótesis, debido a que Tiahuanaco desarrolló el sector ganadero y agricultor,
pero otros cronistas como Guamán Poma de Ayala describirían que el pueblo de
habla puquina era muy pobre y con una carencia de vestidura, siendo ésta una
prueba de que Tiahuanaco no era de habla puquina, ya que en su apogeo esta
cultura desarrollaría una opulencia, tal como o demuestran sus cerámicas,
esculturas y textiles, destaca los trabajos de Max Uhle y demás autores acerca
de la expansión del aimara en la cultura Tiahuanaco, también se indicaría la
gran cantidad de vocablos aymaras en las selvas bolivianas conquistadas por
Tiahuanaco.
Restos arqueológicos encontrados por Carlos Ponce Sanginés,
demuestran que Tiahuanaco habría sufrido una guerra, guerra que derivaría en la
desintegración del estado en pequeños estados regionales o señoríos aymaras,
tal como demuestra el asentamiento de Tiahuanaco en Caquiaviri (Capital del
Señorío Aymara Pacajes), que en el apogeo tiahuanacota habría tenido una
población escasa, pero en el ocaso de Tiahuanaco, habría multiplicado en
relevancia y población. Ponce aplicó el método de datación de carbono 14 a
restos de cerámica descubierta en sus excavaciones y estableció la cronología
de la vida de Tiahuanaco, desde que era una aldea hasta su caída como Imperio
debido a guerras internas y a una devastadora sequía.
Los patrones de asentamiento, investigados por Jordán
Albarracín, del período post-tiwanaku, indican una migración de los tiwanakotas
a sus asentamientos cercanos, posteriormente esto fue reafirmado por Alan
Kolata en un estudio arqueológico, realizado en el 2003, reveló piezas
cerámicas, correspondientes a los señoríos aymaras, con una clara estilística
tiwanakota, y sin influencias externas, posteriormente esta cerámica pasaría un
período de transición cerámica.
Desaparecido el Estado Tiwanaku, la región quedó fragmentada
en etnias aimaras. Estos aymaras se caracterizan por sus necrópolis compuestas
por tumbas en forma de torres-chullpas. Existen también algunas fortalezas
denominadas pucarás.
Sin embargo, la teoría del origen tiwanakota del aimara
quedaría relegado por investigaciones históricas y lingüísticas recientes. En
las últimas décadas, se tuvo un animado debate sobre los orígenes del aimara,
desde tres posiciones teóricas. En tanto que Alfredo Torero (1972) y sus
seguidores vieron un origen de esta lengua en la parte central del Perú, y por
tanto la expansión del aimara desde allí, Teresa Gisbert (1987) y otros, en
base a algunos cronistas, plantearon un origen desde el sur (desde la región de
Copiapo), con una expansión al norte, en tanto que Lucy Briggs (1994) percibió
un patrón de expansión desde el núcleo de Tiwanaku. Por otro lado, según Cieza
de León, los aymaras son procedentes de “Coquimbo”, un valle del norte chileno,
John Hyslop demuestra la importancia de un sitio altiplánico llamado Coquimbo
como capital Lupaca y necrópolis de sus mallkus. Es decir, la ola aimara que
penetra en el Urcosuyo viene de mucho más al sur de lo que pretende Torero.
Por lo tanto, ambas hipótesis –de origen norteño y de origen
sureño- nos muestra que el aimara no pudo haber tenido como cuna de origen el
altiplano peruano-boliviano; y que tanto aimara como quechua procedían de otras
zonas y que no son oriundos de la cuenca del Titicaca. El Idioma de la cultura
Tiahuanaco era multilingüe con el pukina y en menor participación el uru.
En la actualidad, según la mayor parte de los estudios hoy,
tanto arqueológicos como lingüísticos, ambas familias de lenguas, quechua y
aimara, tienen su origen en una determinada región en común de la parte central
de lo que es actualmente Perú (Heggarty 2008). Este sitio fue probablemente en
la sierra, aunque Alfredo Torero y Rodolfo Cerrón favorecen un sitio costeño
(Cerrón 2003: 22, Torero 2002: 46). Arqueológicamente se reconoce la
posibilidad del origen de ambas lenguas, en una forma pre-proto, sean aimara o
quechua, en sitios como Caral-Supe (3000-1600 aC) o quizás Chavín (1500 aC –
200 dC). Se favorece también los grandes horizontes arqueológicos con su mayor
unidad cultural y geográfica, sobre todo el Horizonte temprano, como los
motores para la expansión de ambas lenguas. Torero también propone que se
hablaba una forma temprana de aimara en sitios costeños como Nasca y Paracas y
que desde allí hubo una expansión al norte a la región de Yauyos y al sur a la
región de Ayacucho.
Sobre todo, es la Cultura Wari (550-1000 dC) en el Horizonte Medio que es la favorita actual entre los estudiosos, desde Torero en adelante, como el motor de la gran expansión del aimara como una lengua franca hacia el norte como hacia el sur. Quizás esta expansión se debe a la influencia de los pastores por excelencia y los guardianes de las caravanas de llamas que manejaban el comercio entre Wari y sus periferias, proceso que fue seguido por los agricultores quechuas con sus nuevas técnicas de riego y andenes en la producción de maíz. Es tal vez la caída de Wari también que resultó en el ceder del territorio aimara a la llegada del quechua. Cerrón habla de una tercera expansión de aimara hacia el sur, desplazado por el quechua, en el período Intermedio tardío, desde la región del grupo de los Aymaraes en el Apurímac (que también podría haber dado el nombre aimara).
La invasión y conquista incaica
Las crónicas de los españoles Pedro Cieza de León y Santa
Cruz Pachacuti hablaron de intensas rivalidades entre los curacas aimaras de
Chucuito, del reino Lupaca, y Hatuncolla, del reino Colla. Estos
enfrentamientos fueron conocidos por los incas y fue el inca Wiracocha el
primero en intentar aprovechar estas rivalidades prometiendo ayuda a ambos
bandos pero pactando secretamente con los Lupacas de Chucuito. Esta traición
fue descubierta por Cari, el líder colla, quien atacó a los lupacas en las
proximidades de Paucarcolla, al norte de la actual ciudad de Puno, y antes de
que el ejército incaico llegara para ayudarlos. Con esta victoria los collas se
convirtieron en el reino dominante en todo el Collao, anexando tierras en la
vertiente del Pacífico.
Pero posteriormente el inca Pachacuteq venció a los Collas.
Según crónicas del español Sarmiento de Gamboa, el curaca de los Collas en aquel
tiempo llamado Colla Capac -aunque otros cronistas mencionaban a Chuqui Capac-
fue hecho prisionero por los incas luego de una larga batalla cerca de
Hatuncolla. En el momento de la conquista de los collas, su territorio abarcaba
desde las costas del Pacífico, pasando por la meseta del Collao, hasta la
montaña de los Moxos, en el oriente. Luego de la captura de Chuqui Capac todos
los collas fueron sometidos por los incas, algunos por la fuerza y otros
pacíficamente; los pueblos que quedaron destruidos fueron poblados por
mitmakunas y los demás reinos aymaras terminaron por aceptar el dominio
cusqueño como lo hicieron los lupacas, pacajes, azangaros y otros.
Luego de la expansión del imperio incaico hacia la zona de
los reinos aymaras, los incas denominaron Collas a todos los reinos aymaras sin
distinción y su territorio pasó a formar parte del Collasuyo.
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