lunes, 1 de agosto de 2022

“No me aplauden a mí, aplauden a un fantasma”: la triste vida (y muerte) de Orion, el imitador más descabellado de Elvis



James Hodges Ellis, que cumpliría en 2020 los 75 años, fue la respuesta perfecta a todos aquellos fans de Elvis que se negaban a creer que su ídolo estaba muerto. Misma voz, misma complexión... solo había un pequeño problema.

“Todo hombre y toda mujer es una estrella”, escribía el mago Aleister Crowley a principios del siglo XX. Usted es una estrella, sus padres son estrellas, del mismo modo que lo son sus amigos y compañeros de trabajo. Elvis Presley fue una estrella tanto en su dimensión humana como en la artística y también lo fue James Ellis, enigmático cantante que afirmaba ser el mismísimo rey del rock and roll y que actuaba bajo el nombre no ya de un astro, sino de una constelación entera: Orion.

Según Ellis, el artista de Tupelo no habría muerto. En realidad, el Rey se habría tomado unas vacaciones en una de esas islas en las que se cuenta que también están Jesús Gil, los hermanos Kennedy y Jim Morrison. Tras un periodo de descanso, Elvis habría regresado a Estados Unidos para volver a grabar y actuar con el nombre de Orion. ¿Les parece una historia extraña? Pues agárrense, que esto no ha hecho más que empezar.

La vida de James Hodges Ellis es un arcano difícil de descifrar. En ella, los acontecimientos y fechas nunca acaban de estar claros y, cuando parecen estarlo, se contradicen. Si bien hay unanimidad sobre su fecha de nacimiento, el 26 de febrero de 1945, el lugar del alumbramiento varía. Pudo ser Pascagoula, en el estado de Misisipi; Orrville, en el de Alabama o Washington DC, en Delaware.

Para complicarlo todo un poco más, James Hodges Ellis tampoco se llamaba así. Su nombre real era el de James Hughes Bell pero lo cambió por el de sus padres de acogida cuando, a los cuatro años, fue dado en adopción a una familia de Birmingham, ciudad en la que se crió como cualquier otro chico de los 50: clases en el instituto, el baile de graduación, salir en el anuario, cantar en el coro y practicar deportes como el fútbol americano y béisbol, hasta el punto de conseguir una beca deportiva para continuar sus estudios. Además, en 1962 su buena voz le hizo merecedor del primer premio en un concurso escolar de jóvenes talentos dotado con 1.000 dólares (unos 900 euros) y una actuación en la televisión local. ¿El tema elegido? Peace in the Valley, un clásico del godspell popularizado por Elvis Presley.

Desde que en 1954 Elvis publicase That’s All Right en el sello Sun y revolucionase el mundo de la música, fueron miles los cantantes que decidieron ganarse la vida imitando al artista de Tupelo. Impersonators que copiaron al milímetro la forma de moverse, actuar y vestirse del Rey en las diferentes etapas de su carrera. Sin embargo, James Ellis, que tenía una voz idéntica a la de Elvis, no quiso ser uno más en esa lista y se propuso ir mucho más lejos. Allá hasta donde nadie se había atrevido a llegar. A Orión.

Como dos gotas de agua

En 1964, James Ellis conoció al productor Jimmy Youmans que, tras comprobar que su timbre de voz e inflexiones eran idénticas a las de Elvis, le animó a grabar un single que fue un completo fracaso justamente por aquello que había llamado la atención al productor. Cuando los locutores de las emisoras escucharon Don’t Count Your Chickens, que así se titulaba el tema, consideraron que el joven no era más que un Elvis de segunda categoría y decidieron no radiar el disco.

Ante semejante golpe de realidad, Ellis aparcó su carrera musical para dedicarse al deporte y al negocio familiar, un criadero de caballos. Mientras cuidaba a los animales, el joven seguía soñando con retomar su carrera musical y en 1972, volvió a intentarlo. Grabó una maqueta y quiso la suerte que fuera a caer en manos de Shelby Singleton, un productor y buscavidas que había trabajado para Mercury Records y que, tras abandonar esa compañía, había comprado todo el catálogo de Sun Records para explotarlo. ¿Todo? No, todo no. La compañía RCA, que había contratado a Elvis Presley en 1955, había adquirido también todos los masters que el artista de Tupelo había grabado en Sun para que nadie más que ellos pudieran sacar réditos de la obra del músico. Una decisión que no dejaba de ser un fastidio para Singleton, que veía cómo los beneficios que podía obtener de su inversión eran considerablemente menores a los que hubiera deseado.

Por eso, cuando Shelby Singleton escuchó la maqueta de ese joven que cantaba como Elvis, pensó que ese talento, aderezado con un poco de astucia empresarial, podría compensar la ausencia del Rey en el catálogo de Sun. Dicho y hecho. El productor contrató a Ellis, le hizo grabar las dos primera canciones que Elvis registró en Sun Records, That’s All Right y Blue Moon of Kentucky, las lanzó en un single y, en el apartado del intérprete, puso un signo de interrogación.

La respuesta de RCA no se hizo esperar. La compañía demandó a Singleton pensando que el productor había publicado una toma original descartada y hallada en los archivos de Sun sin contar con el permiso para ello. Sin embargo, antes de llegar a juicio, mientras preparaban las pruebas para el litigio, un perito determinó que esa no era la voz de Elvis. De hecho, ni siquiera se habían respetado los instrumentos originales. Si en la versión de 1954 había un contrabajo, en la de los 70 sonaba un bajo eléctrico. RCA retiró la demanda.

Elvis ha muerto, larga vida a Orion

A mediados de los años 70, la escritora Gail Brewer-Giorgio estaba buscando editor para Orion, su primera novela. En ella, Orion Eckley Darnell, un cantante obeso y decadente del sur de EE UU que había sido una joven estrella de la música gracias al olfato empresarial de su representante, un antiguo militar, fingía su muerte y se retiraba del mundo del espectáculo para disfrutar de la vida con una identidad falsa. Por mucho que Brewer-Giorgio afirmase que era una ficción, el argumento se parecía demasiado a la trayectoria vital de Elvis Presley, salvo en la parte de la muerte. Al menos hasta el 16 de agosto de 1977.

Ese día, mientras el país entero asimilaba la noticia del fallecimiento de Elvis, Shelby Singleton, que había leído el manuscrito de Brewer-Giorgio por mediación de una amiga común que componía canciones para su discográfica, aprovechó la ocasión y contactó de nuevo con James Ellis. Productor y cantante decidieron dar vida a Orion y extender la leyenda de que Elvis no había muerto sino que, como decía la novela, se había retirado del foco mediático pero, de vez en cuando, grababa discos y realizaba actuaciones.

La idea, aunque descabellada, tenía muchas cosas a su favor: Singleton era propietario de un sello histórico al que Elvis había estado vinculado en el pasado; los fans, con el corazón roto por la pérdida, estaban dispuestos a creer que su ídolo no había muerto; la voz de Ellis había sido confundida con la de Elvis por la mismísima RCA, y su complexión física era muy semejante a la del artista en la época que actuaba en Las Vegas. Lo único que hacía aguas en todo ese asunto era que las facciones de Ellis no se parecían demasiado a las de Elvis, detalle que Singleton resolvió con la misma desvergüenza con la que había urdido el resto del plan: Orion llevaría siempre tapado el rostro con un antifaz.

De ese modo, James Ellis apareció con antifaz en la portada de Reborn (Renacido), el primer disco de Orion publicado en 1979. A este seguiría Sunrise –en el que tal vez de forma irónica se incluía el tema You Can’t Judge A Book, en referencia al refrán de “no juzgues a un libro por las tapas”– y otros cinco discos más. Un total de siete LP en solitario a los que habría que sumar varios singles muy particulares. Empeñado en explotar la ficción que había creado, Singleton rescató antiguas canciones del catálogo de Sun interpretadas por artistas como Jerry Lee Lewis o Johnny Cash y les incorporó la voz de Ellis, creando así supuestos duetos entre esos artistas y Elvis que, en realidad, nunca habían tenido lugar.

Para acabar de afianzar la historia, poco tiempo después de que apareciera el primer disco de Orion, se publicó la novela de Gail Brewer-Giorgio, que contribuyó a popularizar la leyenda del Elvis no muerto. Una picaresca que, por otra parte, resultaba muy creíble porque, todo hay que decirlo, Ellis tenía una asombrosa capacidad para recrear perfectamente no solo los temas clásicos del repertorio de Elvis, sino canciones nuevas “al estilo de”. Prueba de ello es que, para promocionar el personaje, Ellis llamaba por teléfono a los periodistas musicales, muchos de los cuales, al colgar, creían haber estado hablando con el mismísimo Elvis.

A pesar de que el plan funcionaba, Ellis no estaba del todo contento con el papel que le había tocado interpretar. Shelby Singleton le obligaba a aparecer siempre con antifaz “incluso en los restaurantes” porque, según el productor, el accesorio era parte del personaje, del mismo modo que “la bandana lo era de Willie Nelson, las pelucas de Dolly Parton y la ropa negra de Johnny Cash”. Además de esas incomodidades, el ego del propio Ellis también se resentía: “Soy consciente de que no me aplauden a mí, aplauden a un fantasma”, llegaría a decir de su público y, para intentar deshacerse de ese espectro, le propuso a Singleton comenzar a actuar con su nombre verdadero. La respuesta fue no. Finalmente, hastiado del personaje y convencido de que merecía mejor suerte como artista, Ellis rompió con su socio y emprendió una carrera a cara descubierta.

'Twinkle, twinkle, little star'

Como en ocasiones anteriores, la carrera en solitario de Ellis no funcionó. Si con Orion había conseguido colocar nueve de sus canciones en las listas de éxitos de country, sin el apoyo de un sello importante y sin el andamiaje de la leyenda del Elvis resucitado, le resultó imposible. Derrotado, en 1983 decidió volver a ponerse el antifaz y recuperar al personaje, pero ya no fue lo mismo. Apenas consiguió grabar algunos discos que no recibieron promoción y realizar actuaciones en clubes pequeños ante una audiencia raquítica.

Necesitado de ingresos económicos, tuvo que compaginar su actividad artística con otros trabajos, como abrir una gasolinera, una bodega y una tienda de empeños, en cuyo local fue asesinado el 12 de diciembre de 1998 por un hombre que pretendía robar el local y que también mató a la exmujer de Ellis, que trabajaba en el negocio, e hirió a una de las empleadas.

A pesar de las desavenencias que habían tenido en el pasado, Shelby Singleton no aceptó las proposiciones de decenas de imitadores de Elvis que se ofrecían para encarnar el papel de Orion y continuar haciendo caja con la historia. Muerto Ellis, Orion moría con él. O al menos eso creía el productor pues, en la actualidad, Orion es un personaje de culto entre los elvismaniacos.

En 2015, la realizadora Jeanie Finlay estrenó el documental Orion. The Man Who Would Be King en el que se recogen testimonios de fans que, lejos de sentirse estafados por la historia de Ellis y Singleton, han reconocido en el sosias de su ídolo un artista que merece ser reivindicado. Ejemplo de ello es Jimmy Ellis. In the Shadow of a King, un tomo encuadernado en tapa dura de más de cuatrocientas páginas, que repasa su vida a través de los recuerdos de aquellos que le conocieron, incluye documentos, fotografías inéditas, un CD con algunos de sus éxitos y que fue editado en 2016 por el Club de Fans de Elvis Presley en Noruega como homenaje a ese hombre que “tenía la voz de un rey”.

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