En abril de 1939 Europa vivía un pequeño paréntesis en la
escalada de tensiones y movimientos de tropas que se venían desarrollando en
los últimos años.
Alemania había anexado a Austria y había invadido
Checoslovaquia, y también había intervenido en la guerra civil de España junto
a Italia.
La agresividad del gobierno nazi, mantenían al Viejo
Continente en una tensión constante frente a una inminente guerra europea. En
medio de este ambiente, el presidente de los Estados Unidos, Franklin D.
Roosevelt, envió un telegrama al canciller alemán, Adolfo Hitler, y al
presidente del Consejo de Ministros de Italia, Benito Mussolini.
En la misiva del 14 de abril de 1939, el mandatario
estadounidense, consciente de la tensión que se vivía en Europa, solicitaba a
nazis y fascistas garantías de que no seguirían con acciones militares sobre
otras nacionales. Y, de paso, ofrecía su mediación para solucionar cualquier diferencia
por la vía diplomática.
En cuatro meses, la Alemania nazi invadiría a Polonia, iniciando
la Segunda Guerra Mundial.
A continuación la carta completa de Roosevelt:
“Su Excelencia Adolf Hitler,
Canciller del Reich Alemán,
Berlín, Alemania
Estoy seguro que usted puede darse cuenta, que en todo el
mundo cientos de millones de seres humanos viven hoy con el temor constante de
una nueva guerra, o incluso de una serie de guerras.
La existencia de este temor y la posibilidad de un conflicto
son de interés sin ninguna duda para la población de los Estados Unidos en cuyo
nombre hablo, aunque también debe ser para los pueblos de las otras naciones de
todo el hemisferio occidental. Todos ellos saben que cualquier guerra
importante, aún si estuviera limitada a otros continentes, tendrían un gran
peso en el transcurso de su vida y también en la vida de las generaciones
venideras.
Debido al hecho de que después de la aguda tensión en la que
el mundo ha estado viviendo durante las últimas semanas, pareciera que hay por
lo menos un relajamiento momentáneo, porque en la actualidad no hay movimientos
de tropas, es por lo tanto, un momento oportuno para que le envíe este mensaje.
En una ocasión anterior me he dirigido a Usted en aras del
apaciguamiento político, económico, y de los problemas sociales usando medios
pacíficos y sin recurrir a las armas.
Pero la marea de los acontecimientos parece haber vuelto a
la amenaza de las armas. Si continúan esas amenazas, parece inevitable que gran
parte del mundo participe en la ruina común. Todo el mundo, las naciones
vencedoras, las naciones vencidas y las naciones neutrales, van a sufrir las
consecuencias. Me niego a creer que el mundo es, por necesidad, como un
prisionero de su destino. Por el contrario, es evidente que los dirigentes de
las grandes naciones que tienen el poder para liberar a sus pueblos del desastre
inminente. Es igualmente claro que en sus propias mentes y en sus propios
corazones, los propios pueblos desean que sus temores terminen.
Es, sin embargo, infortunadamente necesario tomar conocimiento
de los hechos recientes.
Tres naciones de Europa y uno en África han visto su
existencia independiente terminada. Un vasto territorio de otra nación
independiente del Lejano Oriente ha sido ocupada por un Estado vecino. Los
informes, que espero que no sean ciertos, insisten en que se están contemplando
nuevos actos de agresión en contra de otras naciones independientes.
Claramente, el mundo se está moviendo hacia el momento en que esta situación
terminará en una catástrofe, a menos que se encuentre una forma más racional de
conducir los acontecimientos.
Usted ha afirmado reiteradamente, que usted y el pueblo
alemán no tiene ningún deseo de ir a la guerra. Si esto es verdad no habrá
necesidad de una guerra.
Nada puede convencer a los pueblos de la tierra que
cualquier poder gobernante tiene el derecho o la necesidad de infligir por su
cuenta las consecuencias de la guerra a cualquier otro pueblo, salvo debido a
causas de evidente defensa propia.
Al hacer esta declaración, nosotros los estadounidenses no
hablamos por egoísmo o por miedo o por debilidad. Si hablamos ahora es con la
voz de la fuerza y por la amistad hacia la humanidad. Todavía está claro para
mí, que los problemas internacionales se pueden resolver en la mesa de
conferencias.
Por lo tanto, no hay respuesta al pedido de debate pacífico
por una parte para pedir que a menos que se reciban seguridades, de antemano,
de que el veredicto les será favorable, no dejarán de lado las armas. En las
salas de conferencias, como en los tribunales, es necesario que ambas partes
inicien la discusión de buena fe, asumiendo que la justicia sustancial
beneficiará a ambas partes, y es habitual y necesario que dejen las armas fuera
de la sala mientras conferencian.
Estoy convencido de que la causa de la paz mundial avanzaría
grandemente si las naciones del mundo obtuvieran una declaración franca en
relación con el presente y el futuro de la política de los gobiernos.
Debido a que los Estados Unidos, como una de las naciones
del Hemisferio Occidental, no está involucrado en las controversias que han
surgido hace poco en Europa, confío en que usted pueda estar dispuesto a
hacerme, como jefe de una nación muy apartada de Europa, tal declaración de su
política, con el fin de que yo, actuando sólo como un amigable intermediario,
pueda comunicar esa declaración a otras naciones en estos momentos temerosas en
cuanto al curso de la política que su Gobierno puede tomar.
¿Está dispuesto a ofrecer garantías de que sus fuerzas
armadas no atacarán o invadirán el territorio o posesiones de las siguientes
naciones independientes: Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Suecia,
Noruega, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Gran Bretaña e Irlanda, Francia,
Portugal, España, Suiza, Liechtenstein, Luxemburgo, Polonia, Hungría, Rumania,
Yugoslavia, Rusia, Bulgaria, Grecia, Turquía, Irak, las Arabias, Siria,
Palestina, Egipto e Irán.
Esta garantía debe aplicarse claramente no sólo para el día
de hoy, sino también para un futuro lo suficientemente largo como para dar a
cada uno la oportunidad de trabajar con métodos pacíficos para lograr una paz
más permanente. Por lo tanto, sugerimos interpretar la palabra
"futuro" para aplicarla a un período mínimo de seguridad de los años
de no-agresión de por lo menos diez años hasta cuando menos un cuarto de siglo,
si nos atrevemos a mirar tan lejos.
Si esta garantía fuera dada por su Gobierno, la que deberá
remitirla inmediatamente a los gobiernos de las naciones que he nombrado, yo
podría simultáneamente preguntarles si, como estoy razonablemente seguro será,
cada uno de los países enumerados, a su vez den similares garantías para
transmitírselas a usted.
Las garantías recíprocas, como las he señalado, traerán al
mundo una medida de inmediato alivio.
Propongo que si se dan, dos problemas esenciales deberían
ser rápidamente discutidos en las inmediaciones de la paz resultante, y en esos
debates el Gobierno de los Estados Unidos estaría encantado de participar.
Las discusiones que tengo en mente se refieren a la manera
más efectiva e inmediata a través del cual los pueblos del mundo pueden obtener
alivio progresivo de la aplastante carga de armamento que está llevando cada
día más de cerca al borde de la ruina económica. Simultáneamente, el Gobierno
de los Estados Unidos estaría dispuesto a participar en los debates mirando
hacia la forma más práctica de la apertura de avenidas para el comercio
internacional a fin de que todas las Naciones de la tierra puedan ser activadas
para poder comprar y vender en igualdad de condiciones en el mercado mundial,
así como poseer seguros para obtener los materiales y productos para llevar una
vida económica pacífica.
Al mismo tiempo, los otros Gobiernos además de los Estados
Unidos y que están directamente interesados, podría emprender tales discusiones
políticas según lo consideren necesario o conveniente.
Reconocemos los problemas complejos del mundo que afectan a
toda la humanidad, pero sabemos que el estudio y discusión de los mismos debe
realizarse en un ambiente de paz. Este ambiente de paz no puede existir si las
negociaciones se ven eclipsadas por la amenaza de la fuerza o por el temor a la
guerra.
Creo que usted no malinterpretará el espíritu de franqueza
con el que envío este mensaje. Los Jefes de grandes gobiernos en esta hora
crucial, son literalmente responsables del destino de la humanidad en los
próximos años. Ellos no pueden dejar de oír las oraciones de sus pueblos a
estar protegidos contra el caos previsible de la guerra. La historia los hará
responsables por la vida y la felicidad de todos, incluso hasta de los más
pequeños.
Espero que su respuesta sea posible para que la humanidad
pierda el miedo y recupere la seguridad por muchos años por venir.
Un mensaje similar está siendo dirigido al Jefe del Gobierno
Italiano.
Franklin D. Roosevelt”
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