jueves, 20 de mayo de 2021

Bienvenido a Casa (Reflexión sobre el rescate de los mineros)

¿Conoces los chistes de "¿Cuántos _____________ se necesitan para cambiar una bombita?

Pues, aquí hay uno:

¿Cuántos sicólogos se necesitan para cambiar una bombita?

Respuesta: Alcanza con uno pero la bombita tiene que querer cambiarse.


Pensé en este chiste al mirar, junto al 15% de la población mundial (aproximadamente 1.000.000.000 de personas), al último minero chileno salir de la mina subterránea situada a unos 700 metros de profundidad que le sirvió de casa junto a otros 32 compañeros durante los últimos 69 días.

Durante los primeros 17 días después de que la entrada por medio de la cual descendieron a su lugar de trabajo se derrumbara no tenían ni idea si la gente siquiera sabía dónde estaban o que estaban con vida como para intentar rescatarlos. Cuando luego de 17 días, con reservas de comida suficiente como para durar apenas 48 horas, se estableció contacto con los de la superficie, tenían que esperar unas semanas más hasta poder ser rescatados. Sobrevivieron gracias a la comida y suministros que se les fueron enviados por medio de la vía que se estaba expandiendo para permitir bajar la cápsula de rescate por medio de la cual subirían a su libertad.

Llegué a ver como entró a la cápsula que habían bajado a la mina y como emergió en la superficie unos 15 minutos después, recibido por sirenas, aplausos y silbatos de familiares, amigos, colegas y un gran abrazo del sonriente presidente de Chile. Con esto se dio fin a un rescate que costó unos USD 22.000.000.

Mientras lo miraba, pensé: ¿qué puedo aprender de este episodio?

Me acordé de una metáfora que había escuchado hace mucho. Las imágenes que estaba mirando hicieron que el mensaje vibrara con otra resonancia e inmediatez.

Imagínate, por un momento, que los mineros no hubiesen podido ser rescatados pero había una manera de seguir suministrándoles comida y demás necesidades vitales como para que puedan seguir viviendo cómodamente bajo tierra. Imagínate que no fueran mineros sino familias que hicieron rapel en sus vacaciones y de repente se encontraban condenadas a vivir en la mina sin perspectivas de salida en el horizonte...

Imagínate que pasaron los años y nacieron hijos que nunca habían estado en la superficie, cuya experiencia de "trabajar para vivir" se reducía a nada más que abrir los paquetes que salían todos los días de la apertura del ducto.

Una vez al año ("Papá, ¿por qué es que el año tiene 365 días?" "¿Qué son estaciones?" "¿Qué es el sol?") los padres conmemoran un aniversario más del día que arribaron a este lugar, lloran y hablan de volver a una vida muy diferente en un lugar llamada "casa". Un lugar donde hay cosas denominadas sol, brisa, nieve, praderas, ríos, duchas, playa, palmeras, caballos, y donde hay billones de seres humanos…. Dónde la comida sube de la tierra en vez de bajar de ella….

Los chicos escuchan incrédulos. ¿De qué hablan estos viejos? Deben estar fantaseando… Los chicos preguntan y los padres responden. Los padres tienen todas las respuestas a sus preguntas y dan la impresión que están convencidos de la certeza de las mismas. Los hijos siguen siendo escépticos…. Parece todo tan irreal….

Imagínate que los "inmigrantes" originales fallecen y ahora tenemos una segunda y tercera generación de habitantes de la mina… La generación mayor transmite a la siguiente lo que habían escuchado de sus padres, los inmigrantes, pero no pueden responder a todas las preguntas sobre la vida en la superficie, ni pueden comprobar la veracidad de la información que recibieron de sus padres ya que nunca habían experimentado una realidad fuera de la mina subterránea.

Un día baja una cápsula por el ducto y se le dice a los nativos que hay que entrar a la misma para poder finalmente ser liberados y volver a casa….

¿Cómo, te imaginas, sería su reacción?

Antes de que te rías de los "mineros" tontos que no quieren abandonar su "casa", pensá por un instante ¿somos realmente tan diferentes a ellos?

Nosotros, también, vivimos una vida muy diferente de cómo son las cosas "en casa".

¿"¿Qué quieres decir con 'en casa'?" me preguntarás?

¿Viste? Ese es un buen ejemplo de lo que estoy hablando. Estamos tan acostumbrados al estilo de vida que vivimos que ni siquiera sabemos dónde realmente podemos decir que estamos "en casa".

"En casa" es el lugar de dónde venimos. "En casa" es el lugar a dónde aspiramos estar. "En casa" es el lugar dónde las cosas están como deberían estar.

"En casa" no es tanto un lugar como una condición; no responde a la pregunta "¿dónde?" sino a la pregunta "¿cómo?".

"En casa" es dónde nuestro potencial máximo, en lugar de mínimo, puede expresarse. "En casa" es dónde podemos ser tal cuál somos. Total y completamente.

"En casa" es el mundo en las condiciones que debería tener dónde podemos vivir cómo deberíamos vivir.

"En casa" es el mundo cómo D-os lo quiso. "En casa" es cómo será la vida una vez que llegue el Mashíaj.

A veces nos ponemos tan cómodos en nuestra "mina subterránea" personal que resistimos la oportunidad de dejar la "seguridad" que nos ofrece. No tenemos la confianza en la cápsula – las enseñanzas de la Torá, especialmente de la manera que han sido enseñadas a nuestra generación por el Rebe – que nos "invade" la seguridad de nuestro estilo de vida con el propósito de procurar liberarnos de ella y empujarnos hacia niveles desconocidos de libertad personal.

Los mineros, quienes estuvieron bajo tierra durante apenas 69 días, ya necesitaban lentes de sol especiales para proteger sus ojos de la exposición repentina a la luz al salir de una realidad a otra…


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