Ocho hechos poco conocidos sobre los judíos y el perfume,
desde la antigüedad hasta la actualidad
El perfume y la esencia fueron importantes en el pensamiento judío durante miles de años. Aquí hay ocho hechos poco conocidos sobre los judíos y el perfume, desde la antigüedad hasta la actualidad.
Esencia y espiritualidad
En el judaísmo, nuestro sentido del olfato se considera
sagrado. En hebreo la palabra que significa olor, reaj, tiene la misma raíz que
la palabra ruaj, que significa alma. La Torá relata que cuando Dios creó al
hombre “Sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se volvió un ser
viviente” (Génesis 2:7). El lugar donde reside nuestra capacidad de apreciar
las esencias se convirtió en el sitio mismo por donde el alma entró al primer
ser humano.
Tal como hay diferentes bendiciones para diferentes clases
de alimentos y bebidas, también hay bendiciones para cuando sentimos el olor de
una esencia. Al visitar una perfumería o sentir un perfume agradable, se
acostumbra a decir: Bendito Eres Tú, Hashem, Dios nuestro, Rey del Universo,
Quien crea especias de fragancia. También hay bendiciones para cuando sentimos
el olor de flores, árboles, hierbas, pasto y frutas.
El perfume sagrado en el Templo
La Torá describe la belleza del Mishkán, el santuario
transportable en el cual nuestros ancestros sirvieron a Dios después del Éxodo
de Egipto. Este edificio estaba decorado con oro y plata; sus muros eran
enormes con coloridas cortinas. En el centro, donde se encontraba la mayoría de
los utensilios sagrados, se sentía un bello perfume.
No sabemos exactamente de qué estaba hecha esa esencia, pero
conocemos algunos de sus ingredientes, que incluían gálbano (una planta
resinosa), incienso y otras especias. Incluso si los arqueólogos lograran
descubrir la fórmula del perfume, no podríamos reproducirlo en la actualidad:
la Torá prohíbe producir este delicioso incienso para cualquier otro propósito
que no sea utilizarlo en el Templo (Ver Éxodo 30:37).
El mercado de perfume medieval
El perfume fue particularmente importante en la Edad Media
cuando la higiene personal no era algo común en la mayoría de las culturas del
mundo y aquellos que podían afrontarlo ocultaban los olores con fuertes
perfumes e incienso, a menudo importados de las tierras orientales. Durante
muchos años, los judíos importaron esas esencias, suministrando un producto
clave a toda Europa. Al viajar por el Medio Oriente en el siglo XV, el
dominicano alemán Felix Fabri prestó atención que los mercaderes judíos proveían
a toda Europa con drogas y perfumes orientales.
En Europa, en la época medieval los judíos fueron excluidos
de la mayoría de las profesiones, por lo que muchos se dedicaron al comercio,
confiando en las conexiones comunitarias y familiares para transportar
productos por toda Europa y hacia el Medio Oriente. La enemistad entre los
cristianos y los musulmanes ayudó a los comerciantes judíos a incrementar su
importancia. Muchos gobernantes cristianos impidieron la entrada a sus
territorios a los comerciantes musulmanes, y los gobernantes musulmanes
prohibieron la entrada a los comerciantes cristianos. En muchos casos, los
judíos fueron considerados como neutrales y les permitieron transportar mercaderías
a través de las fronteras.
Estas mercaderías a menudo eran aquellas cosas que se
transportaban con facilidad, producían placer y tenían mucha demanda,
incluyendo especies, seda, joyas y perfumes. De hecho, los judíos en la Edad
Media estuvieron tan identificados con estos productos de lujo que algunos líderes
locales trataron de convencerlos para que se asentaran con ellos, con la
esperanza de que los judíos ayudaran a enriquecer sus territorios.
Aproximadamente en el año 1084, el príncipe y obispo de Speyer explicó: “Con el
deseo de convertir al pueblo de Speyer en una ciudad, pensé en la posibilidad
de incrementar su gloria mil veces trayendo a los judíos”.
Los propietarios judíos de Chanel N° 5
El perfume más famoso de los tiempos modernos sin dudas es
Chanel N° 5, identificado con su creadora, la estilista Coco Chanel. Menos
conocido es que un judío francés, Pierre Wertheimer, fue el comerciante que lo
produjo, comercializó y vendió, y que Coco Chanel trató de aprovechar el
Holocausto para robar el control del negocio para sí misma.
Durante la ocupación alemana de París durante la Segunda
Guerra Mundial, Coco se convirtió en una colaboradora, fraternizando con nazis
de alto rango desde su hogar durante la guerra, el Ritz de París, un centro de
actividad nazi. Ella se convirtió en el agente F-7124, con el nombre codificado
Westminster y efectuó pequeñas misiones de espionaje para sus amigos nazis.
Ella también manifestó abiertamente su odio hacia los judíos. Cuando Pierre
Wertheimer y su familia huyeron de Francia a los Estados Unidos, Coco acudió a
las autoridades nazis para que despojaran a la familia judía de todo su dominio
y le entregaran a ella Chanel N° 5 y la compañía.
Anticipando la posibilidad de que Coco tratara de quitarles
la compañía, los Wertheimers la habían transferido a un francés no judío para
que la cuidara durante la guerra. Ahora, al ser la compañía supuestamente
“aria” Coco no pudo tomar el control. Pierre Wertheimer también envió a París
un espía, Herbert Gregory Thomas, para recuperar la fórmula química precisa del
Chanel N° 5 para que los Wertheimer pudieran resumir su producción en los
Estados Unidos. Usando el seudónimo de Don Armando Guevaray Sotto Mayor, Thomas
logró recuperar la fórmula del perfume y los Wertheimer comenzaron una vez más
a producir Chanel N° 5, esta vez desde la seguridad de los Estados Unidos.
El perfume y la liberación femenina
En el pasado, el perfume se consideraba un regalo romántico
que un hombre podía hacerle a una mujer, pero cuando las mujeres
norteamericanas comenzaron a entrar en grandes números a la fuerza laboral en
los años 50, esta perspectiva cambió y más mujeres comenzaron a comprar
perfumes para ellas mismas. Los fabricantes de perfume alentaron esta tendencia
al crear esencias que atraían a las mujeres norteamericanas modernas. Muchos de
estos nuevos gigantes de la industria del perfume eran judíos.
La primera en romper el mito de que el perfume debía ser un
regalo romántico fue Josephine Ester Mentzer, quien nació en una pobre familia
de inmigrantes judíos en Nueva York en 1909. Con el nombre comercial de Estee
Lauder ella desarrolló una exitosa línea de cosméticos. En 1953 lanzó la
fragancia “rocío de juventud” y la comercializó directamente a las mujeres,
señalando que podían comprar esa deliciosa esencia para ellas mismas. También fue
pionera de la idea de repartir muestras gratis para que sus clientas pudieran
probar su perfume varias veces antes de decidir comprarlo.
Dos décadas más tarde “Charlie” se convirtió en un enorme
éxito, un perfume de precio accesible dirigido a las mujeres trabajadoras y
publicitado con una campaña progresista. Este perfume fue desarrollado por la
compañía Revlon, fundada por Charles Revson, un judío ruso que nació en una
familia pobre de Boston en 1906. Su fragancia “Norell” fue considerado por
muchos el primer gran perfume norteamericano. Juntos, estos dos gigantes de los
cosméticos transformaron al perfume de ser un raro lujo a un regalo divertido
que por primera vez en generaciones las mujeres comenzaron a comprar para sí
mismas.
La gran “nariz”
A menudo los perfumes son inspirados por musas famosas, pero
la receta misma de la esencia que forma un gran perfume es creada por un
artista que fue dotado con un sentido del olfato especialmente perceptivo. Muy
pocas personas son capaces de detectar las sutiles variaciones en una esencia
que son necesarias para inventar una nueva fragancia. En el idioma de la
industria del perfume, estos perfumeros especialmente dotados son conocidos
como “narices”. Hoy, una de las mayores “narices” de la industria es Carlos
Banaim, un artista de la fragancia judío, que nació en Marruecos.
La primeras gran esencia de Banaim fue “Polo” de Ralph
Lauren, desarrollado cuando él tenía apenas 30 años. Desde entonces, creó otras
esencias populares como “Bomba floral” para Viktor & Rolf, “Código” de
mujeres, para Giorgio Armani y “Saharienne” para Yves Saint Laurent.
Él acredita el desarrollo de su olfato a su infancia en
Marruecos. “Cuando era pequeño, a menudo acompañaba a mi abuelo al mercado en
Tangier, y recuerdo los aromas de las especias y las frutas, naranjas,
duraznos, melones y damascos… Eso quedó grabado en mi memoria”, afirmó.
Carlos Banaim también recuerda el momento en que Marruecos
dejó de ser su hogar. Fue en el año 1967, cuando acababa de obtener su título
de ingeniero químico en Francia. Su padre lo llamó por teléfono y le advirtió:
“no regreses”. Tras la Guerra de los Seis Días comenzaron graves disturbios
contra los judíos de Marruecos. Banaim vivió en París, en Ámsterdam y en Buenos
Aires antes de instalarse en Nueva York.
Desde entonces, también ha invertido en Israel, trabajando
con organizaciones de caridad que proveen becas educativas a estudiantes
destacados. “El principal recurso de Israel es la mente de sus jóvenes”,
explicó la famosa “nariz”. Cuando no se dedica a desarrollar nuevos perfumes,
Carlos Banaim se dedica a nutrir a la próxima generación de científicos y
empresarios israelíes.
El surgimiento de esencias israelíes
Desde la fundación del Estado de Israel, se desarrolló una
robusta industria perfumera. En 1880, los judíos de Europa y del Imperio
Otomano comenzaron a regresar a la Tierra de Israel, muchos con la ayuda del
Barón Edmon Rothschild, quien invirtió en comercios del área. Una industria que
él alentó a los residentes judíos de Israel a desarrollar fue el cultivo de
flores para suministrar a la producción de la floreciente industria de perfumes
franceses, que siempre necesitaba flores fragantes para transformarlas en
perfumes.
Tradicionalmente, los perfumes se hacen con ingredientes
naturales, tales como flores o maderas exóticas. El pequeño tamaño de Israel
implica que su capacidad de cultivar la gama de plantas exóticas necesarias
para la industria es limitada. Sin embargo, en los últimos años los científicos
se volvieron más adeptos a utilizar materiales sintéticos para crear bellos
perfumes, y el gigante de alta tecnología israelí asumió un puesto superior en
el mercado global de ingredientes para perfumes.
Los perfumeros israelíes están ocupados creando nuevas
esencias, así como explorando ingredientes judíos tradicionales tales como el
etrog e inciensos antiguos para capturar las esencias y los sentimientos del
Medio Oriente. Para aquellos que prefieren algo menos habitual, Tel Aviv cuenta
con varios comercios de perfumes en donde los clientes pueden trabajar junto
con el equipo para crear una esencia única y sumamente personalizada.
El perfume como perfección
Quizás la imagen más bella del perfume viene del profeta
Hoshea, quien escribió sobre el tiempo del Mashíaj, cuando Israel florecerá:
“su gloria será como la del árbol de olivo y su fragancia como la del Líbano”
que cuenta con vastos bosques de cedros de dulce aroma (Hoshea 14:17).
Es una imagen muy bella. Porque para el pensamiento judío,
la esencia es fundamental para nuestra valoración del mundo. Una fragancia
agradable puede transportarnos a nuevos estados mentales y nuevas formas de
ser. La esencia es algo que debemos bendecir y celebrar.
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