Los mitos suelen estar compuestos de hazañas extraordinarias e irrepetibles protagonizadas por héroes y dioses. Se podría asumir que ser un dios implica ser un ente de poder abismal, cuyas capacidades están más allá de la comprensión humana. Pero hasta en los dioses hay categorías. Mientras unos se llevaban la gloria, otros se encargaban de tareas más mundanas.
En el mundo occidental, concretamente en el imperio romano,
había unos cuantos dioses encargados de las heces: Sterquilinus, también
llamado Stercutus o Sterculius, Picumnus, Cloacina o Crepitus. Los dos primeros
eran equivalentes, encargándose de las propias heces. Dada la importancia del
estiercol en los campos, también eran dioses de la agricultura. Cloacina era
quien gobernaba el alcantarillado de Roma. Se convirtió en un aspecto menor de
Venus como Venus Cloacina. Por otra parte, Crepitus era tanto el dios del
retrete como de las flatulencias. Era invocado en casos de diarrea o
estreñimiento. Estos dioses protegían de los males presentes en los retretes
públicos.
Esos miedos también estaban presentes en el otro extremo del
mundo. Kanbari nyūdō o Kawaya no kami es la prueba. La información al respecto
es confusa, ya que se usan indistintamente ambos nombres para referirse a un
yokai (espíritu) o a un dios. En ambos casos, su hábitat es el mismo: las
letrinas. Bajo la descripción del dios, está compuesto por un dios (tierra) y
una diosa (agua) nacidas de las heces y orina de Izanami. A pesar de lo que se
pueda pensar, se le consideraba extremadamente bello, hasta el punto que las
mujeres embarazadas pedían que si tenían un niño heredase su alta nariz y, si
era niña, sus hoyuelos. Como era ciego y vivía en el fondo de las letrinas
enarbolando una lanza, era costumbre toser antes de sentarse para avisarle de
que la apartara. En general era un dios protector, ya que evitaba las caídas y
ahogamientos en los retretes. Además se le pedían buenas cosechas y ayuda con
ciertas enfermedades ginecológicas, oculares o dentales.
En el caso del yokai, se trata de un monje que acecha en el
baño en Nochevieja que, según Toriyama Sekien, se basaba en un dios chino del
retrete llamado Kakutō. Sin embargo, dado que los caracteres usados son
similares a los que utiliza la palabra cuco, puede que hiciese un juego de palabras.
En China se consideraba mala fortuna oír el canto de un cuco mientras se
defecaba, por lo que había que contrarrestarlo ladrando. Generalmente, la
presencia del yokai se consideraba un mal augurio para el año siguiente,
mientras que en otras zonas, mencionar tres veces su nombre podía hacer
aparecer una cabeza que, si se envolvía y se sacaba fuera o a la habitación del
usuario del retrete, se convertiría en monedas de oro.
Al dios se le celebraba una ceremonia en el que se decoraba
el retrete y los miembros de la familia se sentaban en una esterilla, comiendo
cada uno un puñado de arroz simbolizando las buenas cosechas dejadas por él.
Para los ainu del norte de Japón, su equivalente, Rukar
Kamuy, era el primero en llegar en una situación de peligro. En Okinawa el
encargado del retrete era Fuuru no kami. Aquí tenían la costumbre de alimentar
a los cerdos con las heces, por lo que el retrete estaba anexo a la pocilga.
Sin embargo, se creía que en estos no estaba Fuuru no kami y era un lugar de
mala influencia que podía atraer malos espíritus.
Corea tenía a Cheukshin, la damisela del retrete que tenía
un carácter perverso. En China, Zi Gu, la dama violeta, o Mao Gu, dama de la
letrina o Tercera hija de la letrina. Se creía que era una concubina que había
sido asesinada por una esposa celosa, muriendo en la letrina. La leyenda se
extendió desde la región de Shanxi y se extendió al resto de China durante el
periodo Tang. Las mujeres la adoraban con una muñeca hecha a mano el 15ª noche
del primer mes del año lunar, A la muñeca se le decía que el esposo y la esposa
se habían ido, por lo que podía salir. Los movimientos de la muñeca eran interpretados
por adivinos. En otra interpretación de la dinastía Ming, eran tres hermanas
encargadas del Cazo de Oro Primigenio o la Taza del Inodoro Celeste, desde
donde nacían todos los seres vivos.
En algunas variantes del budismo, Ucchuṣma era el dios de la
letrina que se encargaba de limpiar las impurezas. En torno a los monasterios
zen se desarrolló un culto donde la letrina, el baño y la sala de meditación se
consideraban los tres "Lugares silenciosos" para la contemplación.
En Nueva Zelanda, los dioses o espíritus maoríes Atua
frecuentaban la letrina y se consideraban las heces como los alimentos de los
muertos. Morder la letrina implicaba además la obtención de tapu o maná.
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