jueves, 25 de abril de 2019

Para que no se vuelva a repetir

Dígame Ud.… ¿Por qué siente que es tan importante hablar sobre el holocausto? ¿Por qué tantos testimonios? Y… mire…es importante que la juventud lo sepa… ¡para que no se repita nunca más!

¿Lo escuchó alguna vez? Seguramente. Parece ser la respuesta más corriente a esta pregunta. ¿Se detuvo a pensar sobre el significado de esta respuesta? Obviamente todos deseamos que nunca se dé otra situación semejante. De todos modos… ¿Cómo pensamos que se puede evitar que se repitieran los hechos meramente porque los jóvenes estuviesen mejor informados de lo que sucedió?

Esperamos que en el futuro (el futuro es hoy) los muchachos estarán mejor preparados para combatir con, digamos, un buen adiestramiento en lucha guerrillera copiando a los partisanos de Europa (¿Los dejaríamos?). O quizás, que el recuerdo del holocausto debe tener alerta a los jóvenes a empaquetar las valijas antes que las cosas se pongan feas…

Supongo que la gente no se imagina nada de esta naturaleza cuando recita el “para que no se vuelva a repetir”. Existe alguna mística por allí que supone que el ser humano puede aprender de sus errores y, por uso de su razón, evitará que un mal se repita. Sin embargo, si bien esto fue lo más deseable, resulta ser bastante anti-histórico. Desde que se escribe la historia, sabemos que hubo innumerables guerras, se mataron cantidades de personas, por miles de intereses creados, hubo triunfadores, derrotados, tratados de “paz”, y, nuevas guerras… y nuevas matanzas, y nuevas injusticias… ¿por qué habría de ser esto una excepción? O ¿eran todos los que vinieron antes unos tontos que no tenían uso de su memoria y que no se dieron cuenta de las consecuencias del odio, etc.?

Al margen de todo esto existe un factor que no se puede soslayar y es que nuestra historia judía defiere de la historia de todas las demás naciones. ¿O no? Puede haber mucha gente que dice no ser “creyente”.

Sin entrar en discusiones ilógicas (sorry!… ideológicas), pensemos por un rato no más, los pensamientos que se le habrán cruzado a nuestros abuelos. Aquellos que fueron víctimas del emperador Tito y Adriano, de los cruzados y de la inquisición, acusados de “profanar la ostia” y utilizar sangre de niños cristianos para elaborar sus matzot de pesaj, obligados a escuchar sermones y participar de contiendas verbales acerca de la “religión del amor” y vestir distinta clase de indumentaria que lo distinguieran como judíos a lo lejos, quienes debieron esperar la muerte de algún pariente para lograr el permiso de contraer matrimonio y tener “permiso” para habitar en el guetto y quienes empaquetaron una y otra vez sus pocas pertenencias terrenales que se les permitió llevar para establecerse en algún lugar del globo en donde no conocían el idioma o las costumbres. ¿Qué pensaron todos ellos?

Nuestro patriarca Itzjak vivió entre los filisteos numerosos años. No le fue fácil. Le tapaban los pozos que excavaba para impedirle que prosperara económicamente pues estaban envidiosos de él. Al fin, logró cavar un pozo de agua (Rejovot) sin impedimentos de los filisteos. Al rato se mudó a Beer Sheva y tuvo una comunicación con D”s ansiada tanto tiempo. Pregunta: ¿por qué se muda justamente cuando las cosas empiezan a irle bien? ¿Por qué D”s se le aparece precisamente en aquel momento?

R. Sh. R. Hirsch explica que D”s esperó el momento en que Itzjak abandonara la esperanza de prosperar en el Galut (exilio). Mientras Itzjak estaba ocupado tratando de mejorar su situación bajo el acoso de los filisteos, no era aún el momento de la bendición Di-vina.

Quizás ese debiera ser el camino para mostrarle a la juventud. En nuestra desesperación por desear que no sufran, olvidamos de enseñarles a nuestros hijos la realidad de nuestra situación galútica. Aquí y en Israel. (Pues el galut no es simplemente una cuestión geográfica, como algunos quisieran creer, pero eso es tema para otra nota). Nuestros padres no llegaron a este país como turistas que querían conocer lugares nuevos. Vinieron acá porque fueron perseguidos en sus distintos lugares de origen. Somos judíos más allá de poseer un documento de identidad y el derecho de voto del país en el cual nos toca vivir. Y condición de Galut excede a toda buena intención de albergarnos de algunos o del odio de otros. Negar eso sería el peor error y el que más caro se paga.

No obstante está permitido pensar. Más útil aún, es rezar por la pronta terminación del Galut y obrar de manera que fuésemos merecedores de la venida del Mashíaj como lo hicimos tantas veces en la fiesta de Pesaj: “que vuelvas a compadecerte de nosotros… y nos conduzcas a Zion con alegría”.

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