Maimónides (Córdoba, al-Ándalus, Imperio almorávide, 30 de
marzo de 1135-El Cairo, Egipto ayubí, 12 de diciembre de 1204), también
conocido por el acrónimo Rambam, fue un médico, rabino y teólogo judío de
al-Ándalus, la actual España. Tuvo importancia como filósofo en el pensamiento
medieval.
Biografía
Maimónides nació en Córdoba, en el seno de una distinguida
familia, por vía paterna, de jueces rabínicos, estudiosos y dirigentes
comunitarios, documentada desde el siglo X y que pretendía descender del rabí
Yehudá Hanasí, de la segunda mitad del siglo II, redactor de la Mishná. Su
familia materna, por el contrario, era de humilde condición; su madre, que
murió al darle a luz, era la hija de un carnicero; y su padre se volvió a
casar. Era este un erudito formado en Lucena por rabí Yosef ha-Leví ibn Migash.
Inició ya de pequeño sus estudios bíblicos y talmúdicos en la ciudad de
Córdoba, pero en 1148 una ola de fanatismo almohade hizo que su familia tuviera
que aparentar su conversión al Islam y cambiar a menudo de residencia por
al-Ándalus. Vivió en la ciudad de Almería, donde dio cobijo en su casa a su
maestro Averroes, hasta trasladarse en 1160 con sus hijos a Fez. Allí residió
durante solo cinco años, debido a la intolerancia almohade que les obligó a
exiliarse, primero durante unos meses, en Palestina y finalmente en Egipto.
Maimónides residió allí el resto de su vida junto a su familia, en la ciudad
egipcia de Alejandría y después en la capital, Fustat (hoy El Cairo), donde se
ganó la vida ejerciendo la medicina en la corte del visir Saladino, y luego en
la del visir al-Fadl, hijo mayor de Saladino. Con este oficio obtuvo una gran
fama y admiración popular. En 1177 fue nombrado dirigente de la comunidad judía
de Egipto. Aun habiendo sido expulsado de España y viviendo en Egipto,
Maimónides insistía en calificarse a sí mismo de «sefardí» (español). Murió en
Fustat el 13 de diciembre de 1204, en la denominada Sinagoga Maimónides.
Posteriormente, su tumba fue trasladada a Tiberíades, en el actual Israel,
donde todavía es visitable.
Su fama en la cultura europea se debe a su obra filosófica.
Aunque esta fuera muy discutida por el judaísmo, entre otras razones por su
fuerte oposición al misticismo de los cabalistas y su influencia aristotélica,
se le considera la mayor figura posbíblica (según el proverbio «De Moisés a
Moisés no hubo otro Moisés»). En ciertos ámbitos más conservadores se le llegó
a considerar hereje de su religión, en especial, por ser el responsable de
convencer a los caraístas de apartarse de sus prácticas originales, y acercándolos
al judaísmo rabínico.
Fue muy conocido por sus coetáneos como médico, dejando una
importante huella en la tradición popular que muestra a Maimónides, sobre todo,
como un médico a quien se atribuyen milagros que le elevan al nivel de santo,
un sabio juez y un rabino.
Obra
En su juventud escribió poesías religiosas y una epístola en
árabe.
Sobre sus conocimientos en medicina escribió un buen número
de tratados, como el que dedicó al sultán Saladino, el Tratado sobre los
venenos y sus antídotos el año 1199, al hijo del sultán, Al-Fadl, Guía de la
buena salud (1198) y la Explicación de las alteraciones (1200).
Sus obras mayores de tema rabínico (talmúdico) son dos: un
comentario en árabe de la Mishná, El Luminar (1168), también titulado Libro de
la elucidación, y la Segunda ley o Repetición de la ley del año 1180, que
constituye su obra magna y consiste en una amplia y minuciosa recopilación por
materias de todas las leyes y normas religiosas y jurídicas de la vida judía
(es decir, del Talmud).
Estas obras tuvieron mucha fama y le otorgaron numerosos
discípulos. También es autor de obras filosóficas de gran peso en el
pensamiento medieval, escritas durante los últimos años de su vida, como el
Tratado sobre la resurrección de los muertos (1191).
La Guía de perplejos (1190), incorrectamente apodada Guía de
los descarriados, es la clave de su pensamiento filosófico y ejerció una fuerte
influencia en círculos tanto judíos como cristianos y sobre todo escolásticos.
En ella establece una conciliación entre la fe y la razón
dirigida a quienes vacilan entre las enseñanzas de la religión judía y las
doctrinas de la filosofía aristotélica que entonces imperaban, demostrando que
no hay contradicción en los puntos en que fe y razón parecen oponerse. Es
decir, una conciliación entre el sentido literal de las escrituras y las
verdades racionales, acudiendo a la interpretación alegórica en casos de
conflicto.
Fue así que surgieron polémicas por parte de
"antimaimonistas" —básicamente, por parte de un grupo de musulmanes
que pretendían una lectura literal del Corán, los mutallajim— que lo tacharon
de racionalista. A pesar de ello fue una obra muy comentada y de gran
influencia en el mundo musulmán y la escolástica cristiana, por ejemplo en
Santo Tomás de Aquino.
Como judío en territorio islámico tuvo una vasta formación
en ambas culturas: la tradicional judía y la árabe profana (con sus
incorporaciones de la griega), a partir de las enseñanzas de su erudito padre
Maimum, por lo que escribió obras tanto en hebreo como en árabe, en una prosa
que se caracteriza sobre todo por la sistematización y la claridad expositiva.
De Maimónides surge el movimiento intelectual judaico de los
siglos XIII y XIV que se extendió por España y el sur de Francia. Partidario
del realismo teológico ha llegado a ser considerado precursor de las ideas de
Spinoza, pero filosóficamente no se le considera muy original por seguir
básicamente a Aristóteles, apartándose de él en puntos que parecen
contradictorios a las creencias y tradiciones judías. Por lo tanto, su carácter
es conciliador.
Guía de perplejos
En Guía de perplejos se encuentra todo su pensamiento
filosófico. Las ideas que muy probablemente influenciaron a Alfonso de la Torre
en la Visión deleitable son:
Maimónides distingue tres grupos de seres creados:
Los minerales, las plantas y los seres vivos (incluyendo al
hombre), compuestos de materia y forma perecederas.
Las esferas y las estrellas, en las cuales la forma es
permanente.
Los seres dotados de forma, pero sin materia, como son los
ángeles.
Admite la creación como un acto conforme a la esencia
divina, el cual abarca todos los seres, no tiene otro fin que a sí mismo y por
lo tanto su duración es ilimitada.
Dice probar la existencia de Dios a partir de argumentos
aristotélicos, y afirma su unidad e incorporeidad.
El alma es una en esencia, pero tiene cinco facultades: la
fuerza vital, los sentidos, la imaginación, el apetito (pasiones y voluntad) y
la razón (libertad y entendimiento).
El entendimiento es la facultad que caracteriza al hombre,
pero las demás le son comunes con la mayor parte de los animales. Este puede
ser pasivo (entendimiento material que sufre la acción de la vida orgánica, es
inseparable del cuerpo e individual) o activo (adquirido o comunicado, separado
del cuerpo).
Habla del estado profético, constituido por una iluminación
superior a lo que cada uno puede aspirar que produce el máximum de ciencia y
dicha, entendiendo la profecía como una emanación de Dios que se extiende por
medio del intelecto a la facultad racional y después sobre la facultad
imaginativa.
El hombre es libre y la libertad es una función de la
inteligencia, y este intelecto, como forma del alma humana, es inmortal porque
no necesita del alma para sus operaciones, sino que entiende separado
absolutamente del cuerpo.
La resurrección de los cuerpos se debe a la fe pero la razón
no la puede demostrar aunque tampoco negar y la admite como un milagro
compatible con la creación.
El entendimiento constituye el verdadero fondo de nuestro
ser, la parte inmortal del hombre y por eso el hombre debe encaminar todos sus
actos a obtener la perfección suprema de esta facultad mediante el conocimiento
de Dios; conocer y amar a Dios es el fin último de la vida.
El hombre es libre y esta libertad, actuando como tal, puede
por sus solas fuerzas realizar el bien desinteresadamente.
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