Según la Biblia, todos los animales, como los demás seres y
cosas, han sido creados por D‘os. En el primer relato del Génesis, en el día
quinto se crean los animales que pueblan las aguas y el aire, y en el día
sexto, antes del hombre, los animales que pueblan la tierra. Esta descripción
deja ver que aquí se reproduce el concepto hebreo del mundo animal, ya que la
Biblia no es un libro de ciencia, sino de religión, y en esta cuestión, como en
otras, se acomoda al estado cultural de la época en que se escribe cada libro
sagrado.
Clasificación
La clasificación del mundo animal importa menos. La
mentalidad hebrea hay que enmarcarla en el estadio cultural de su tiempo. Según
esto, los animales se clasifican, por su apariencia vulgar, en varios
apartados:
Terrestres: todos los animales que se mueven o arrastran por
el suelo;
Volátiles: todos los que tienen alas, incluidos los insectos
voladores;
Acuáticos: todos los que nadan en el agua, cetáceos
incluidos;
Por la misma razón se considera, p. ej., a la liebre como
rumiante, pues en la época, la palabra hebrea גֵּרָה traducida como
"rumiar" significaba "comida procesada".
Al reflejar el ambiente de un pueblo esencialmente agrícola
y ganadero, la Biblia menciona con mucha frecuencia (en todos los libros,
excepto el de Rut) a los animales. Sin lugar para hacer un recuento, baste
saber que, dentro de esos cuatro grandes apartados, se encuentran más de 130
nombres de animales; algunos de ellos son diversas denominaciones populares o
poéticas del mismo ser, o designan las diversas fases de su edad o desarrollo.
Son bastantes aquellos animales, sobre todo salvajes, cuya identificación y
traducción resulta muy dudosa, debido en parte a que muchas de las especies designadas
en la Biblia se han extinguido ya en Palestina.
Otra clasificación de los animales es la que hace la
legislación mosaica, distinguiendo animales puros e impuros. La raíz de esta
división es religiosa, lo mismo que la de las demás reglas de pureza e impureza
que señala el Levítico: es puro, en general, lo que puede acercar a D'os, e
impuro lo que aleja de Él, en particular creando incapacidad para el culto. De
aquí que los animales son puros, sobre todo porque pueden ser ofrecidos a Dios
(Gen 7, 2; 8, 20). El criterio es, pues, religioso; la impureza y consiguiente
carácter abominable de algunos animales, aparentemente ininteligible para
nosotros, se basa probablemente en que esos animales formaban parte de los
sacrificios que los paganos ofrecían a sus dioses, en particular a los dioses
subterráneos y demonios cananeos, o en razones higiénicas revestidas también de
carácter religioso: al ser repugnantes o malos para el hombre, se considera que
su contacto también desagrada a D’os.
Animales puros e impuros
La relación de estos animales la da Lev 11, 1-31, y la
repite más brevemente Dt 14, 3-20. De los tres grupos señalados, los
terrestres, para ser puros, han de ser rumiantes y tener además la pezuña
hendida. Se consideran impuros el camello, el conejo, la liebre y el cerdo, y
todos aquellos con almohadillas en manos y pies, tales como la mayoría de los
carnívoros. Como se ve, las condiciones son también, según la apariencia
vulgar. Dentro de los terrestres, los reptiles son todos impuros. De los acuáticos
son puros los que tienen aletas y escamas, y no se especifican los impuros; de
los volátiles se da una lista de las aves impuras, que comprende en general las
aves rapaces y además el murciélago, etc.; entre los menores que vuelan, son
impuros todos los que andan a cuatro patas, excepto los que tienen las dos de
atrás más largas para saltar, concretamente la langosta en sus diversas formas.
La impureza de estos animales afectaba a no poder ofrecerlos en sacrificio (Gen
8, 20), ni comer su carne, ni tocar su cadáver. También era impuro, a efectos
de contacto, el cadáver de un animal puro muerto naturalmente (Lev 11, 39-40).
Esta clasificación de animales puros e impuros es preciso
interpretarla dentro de su contexto histórico, la vida entera del israelita era
como un culto ofrecido a Dios, por eso supuestamente el pueblo de D’os (Lev 11,
44) debía distinguirse, hasta en esos pormenores, de todos los demás pueblos.
En el Nuevo Testamento los animales "impuros" son
usados por los israelitas (judíos) para comparar el estado espiritual de los
gentiles (extranjeros sin linaje de sangre Israelita), no obstante, Dios aclara
que esta analogía creada por la ritualística judía no debía ser considerada
para clasificar a los hombres, puesto fue agregada por la interpretación de la
comunidad Farisea y por tanto los gentiles no debían ser despreciados
(considerados impuros):
"Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido
jamás. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú
común... Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que
significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido
enviados por Cornelio. Y les dijo:
Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a
un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o
inmundo"
Hechos 10:13-28
Simbología
Los animales tienen también en la Biblia un amplio uso
literario. Son de destacar los nombres de animales que designan metafóricamente
a las tribus en las bendiciones de Jacob (Gen 49) y de Moisés (Dt 33), el
águila, alegoría de Nabucodonosor (Ez 17), las maravillosas descripciones del
libro de Job (38-41), las deliciosas metáforas del Cantar, el uso figurado de
la oveja y el cordero que preparan las alegorías del Cordero de Dios y del Buen
Pastor (Ez 34; lo 10, 1-18).
Entre los animales tomados individualmente se destacan, por
su uso litúrgico, mesiánico o profético:
El becerro, objeto de la famosa apostasía del Sinaí (Ex 32,
1-16) y que, como símbolo de Yahwéh y a semejanza de las representaciones
idolátricas paganas basadas en la imagen de la fuerza, recibió culto en los
santuarios de Betel y Dan (1 Reg 12, 28; Os 8, 5), duramente censurado por los
profetas (Am 4, 4; 5, 5 ss.; Os 2, 4-7);
El carnero y el macho cabrío, muy usados en los sacrificios
(Gen 15, 9; Gn 22, 13; Ex 29, 1; etc.), y, en sentido figurado, símbolos del
jefe o guía (Ex 15, 15; Ez 34, 17; Zach 10, 3) o de los imperios que se
enfrentan (Dan 8, 3)
El león, que como símbolo de fuerza y poder representa a
Yahwéh (p. ej., el rostro en los a. de Ez 1, 10, y Apc 4, 7), a Jesús (Apc 5,
5), etc.
El caballo, ampliamente conocido como animal de guerra y de
aquí muy usado en las descripciones de batallas apocalípticas (Zach 6, 1-8; Apc
6, 1-8;Apc 19:11-21.)
El asno, muy usado en la vida diaria y que, al haber sido
desplazado en la guerra a falta de caballo, sirve de símbolo como montura
humilde y pacífica del Mesías (Zacarías 9, 9; Mt 21, 2).
Normas sobre el trato y uso de los animales
En el paraíso que describe el libro del Génesis Adán y Eva
reciben la indicación de comer plantas y sus frutos:
«También les dijo: Yo les doy de la tierra todas las plantas
que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto
les servirá de alimento.»
Génesis 1:29
Sin embargo, esta porción fue dada antes de la caída. En las
profecías de Isaías también se muestra un futuro que puede interpretarse como
pacífico (ya que esta narración es una alegoría de la paz):
«Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará
con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los
conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como
los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en
la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie
hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento
de Yahveh, como cubren las aguas el mar.»
Isaías 11:6-9
En el segundo relato de la Creación, Dios forma también a
los animales y luego los presenta ante el hombre para que éste les imponga sus
nombres (Gen 2, 19-20). Como en el antiguo Oriente la imposición del nombre es
una señal de dominio, la significación de estos relatos es que los animales han
sido creados por D'os y puestos por Él para el servicio y bajo el dominio del
hombre.
Fiel a esta concepción, la legislación mosaica prevé varias
normas para protegerlos. Así, por ejemplo, los animales tienen también derecho
al descanso sabático (Dt 5, 14), se debe ayudar al asno excesivamente cargado
(Ex 23, 5); cuidado especial merecen los pájaros que anidan o empollan (Dt 22,
6-7); se prohíbe poner bozal al buey que trilla (Dt 25, 4) para que pueda
comer; no se debe uncir a un buey con un asno (Dt 22, 10), porque el asno es
más débil, etc. En general, la misericordia universal de D'os alcanza también a
los animales, como concluye el libro de Jonás (4, 11) y desarrolla el Salmo
104, 10-30, preparando la enseñanza de Jesús sobre la Providencia, que también
se preocupa de los animales (Mt 6, 26, y paralelos; cfr. Mt 18, 12 ss.).
La Biblia menciona también los animales salvajes, peligro
para el hombre. A menudo sirven de instrumento de Dios para castigar los
pecados de su pueblo (Lev 26, 22; 2 Reg 17, 25; Ez 14, 15). Esta situación de
enemistad ha sido provocada por el pecado, que trastoca todo el orden de la
Creación (cfr. Gen 3, 17-19). El mismo tentador que introduce el pecado en el
mundo se describe bajo el símbolo de una serpiente. En contrapartida, la
restauración mesiánica es descrita como una era de paz y de reconciliación
universal y cósmica, que incluye la pacificación de los animales
proverbialmente hostiles entre sí y enemigos del hombre, es decir, como la
vuelta a la paz paradisíaca, en la que todos los animales estaban sumisos al
hombre (cfr. el famoso oráculo de Is 11, 6-9). Actualmente algunos movimientos
cristianos toman el vegetarianismo y el respeto a los animales como parte de su
doctrina.
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