La actividad política que precedió a la elección presidencial de 1938, fue especialmente agitada. Se presentaban a dicha elección Gustavo Ross, candidato de la derecha, Pedro Aguirre Cerda, de la izquierda y Carlos Ibáñez, que había sido proclamado por el Movimiento Nacional Socialista y apoyado por algunos grupos dispersos que eran su clientela política. Todos los partidarios de Ibáñez acordaron fusionarse y formaron la Alianza Popular Libertadora. El domingo 4 de septiembre esta agrupación realizó una concentración en Santiago en la que se pronunciaron discursos particularmente violentos en contra del gobierno de Arturo Alessandri. Al día siguiente, el lunes 5, estalló un movimiento revolucionario, cuyos alcances no se pudieron vislumbrar en el primer momento. Un grupo de nazistas entró al edificio del Seguro Obrero, en calle Monardé esquina Moneda, dando muerte a un carabinero que trató de detenerlos, atrincherándose en el séptimo piso. Allí se les unieron alrededor de treinta compañeros que habían entrado ocultando sus armas entre sus ropas. Simultáneamente, otro grupo asaltó el edificio de la Universidad de Chile, cerrando sus puertas y encerrando en su oficina al rector, Juvenal Hernández. El jefe del movimiento, entretanto, se encontraba en un lugar de Las Condes y desde allí impartía instrucciones por radio a sus subordinados. Alessandri, que se hallaba en La Moneda, se reunió con sus ministros y con algunos jefes de las Fuerzas Armadas y Carabineros, sin que ninguno acertara a captar el alcance que tenía el movimiento. No se sabía, en esos momentos, si era obra de Ibáñez ni si el gobierno podría contar con la lealtad del Ejército, o si habrían regimientos comprometidos. Los carabineros comenzaron a disparar hacia los pisos superiores del edificio del Seguro y de éste se les respondía con fuego de armas cortas. Este tiroteo duró cerca de una hora hasta que llegó a la Plaza de la Constitución el regimiento Tacna, sin que se supiera si venía a defender al gobierno o a colaborar con los nazistas, hasta que emplazó cureñas contra el edificio del Seguro Obrero y contra la casa central de la Universidad. Cerca de las dos de la tarde, un cañonazo derribó la puerta de la casa universitaria y los carabineros pudieron entrar en ella. Los nazistas se defendieron a balazos y, antes de rendirse, sufrieron la pérdida de seis de ellos. Los restantes, unos 25, fueron tomados prisioneros y, con los brazos en alto fueron conducidos por la calle Monardé, con la aparente intención de llevarlos a la Prefectura de Investigaciones. Cuando iban cruzando la calle Agustinas, se les hizo devolver y se les introdujo al edificio del Seguro, cuyos primeros pisos ya habían sido ocupados por los carabineros. Al parecer, la intención era llevarlos como parapetos para conseguir la rendición de los demás compañeros que, obviamente, no dispararían contra ellos. A estas alturas, cuando eran las tres de la tarde, la superioridad de Carabineros dio orden a sus hombres de liquidar drásticamente la situación, ya que de lo contrario serían retirados y se entregaría la responsabilidad de hacerlo al Ejército. Esta amenaza llevó a los carabineros a proceder con una furia irracional y, sin aceptar la rendición de los nazistas y trasladar a la Asistencia Pública a los heridos y detener a los demás, se les masacró con inaudita crueldad, tanto a los del Seguro Obrero, como a los que se habían rendido en la Universidad, todos los cuales ya estaban indefensos. Dentro del edificio se encontraron 61 cadáveres de jóvenes cuya edad promedio no pasaba los 22 años. Tres de los jóvenes nazistas salvaron la vida haciéndose pasar por muertos bajo un montón de cadáveres y fueron encontrados por algunos civiles que entraron a las nueve de la noche al sitio de la tragedia. La repercusión que tuvo esta matanza fue enorme, ya que, aparte de provocar indignación en contra del gobierno y de la fuerza policial, provocó la unificación de las fuerzas de izquierda, ya que Ibáñez se retiró de la lucha. El mismo día del golpe y, para que no se le supusiera complicado en él, se había entregado en la Escuela de Aplicación de Infantería. Alessandri asumió la responsabilidad total por la represión, pero, en realidad, nunca llegó a saberse la verdad acerca de quien dio la orden de liquidar a los nazistas rendidos.
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