lunes, 29 de julio de 2013

Con Homero, la ciencia no es aburrida



El profesor dice que Homero representa la ignorancia y Lisa es la palabra autorizada.

El ingeniero y profesor de física Claudio H. Sánchez no mira televisión o películas como cualquiera. Lo hace, confiesa, lápiz y papel en mano, para no dejar pasar ninguna referencia científica. Es lo que ocurre cuando sintoniza cualquier creación del dibujante y escritor estadounidense Matt Groening: Los Simpson y Futurama, dos series que ya excedieron la categoría de “productos de consumo” para convertirse en disparadores de reflexión cultural. Los temas tocados por la familia amarilla son tantos que hay libros como Los Simpson y la filosofía y What the Simpsons Can Teach Us About Physics, Robots, Life, and the Universe, aun inhallables en la Argentina. Sánchez da charlas y divulga ciencias –en este caso, “ciencia amarilla”– apoyándose en las ocurrencias de Homero, Marge, Lisa, Bart y Maggie y el resto de sus conciudadanos springfieldianos. “Busco despertar la curiosidad, que el que está del otro lado diga: ‘esto ya lo vi y no me di cuenta. ¿Qué hay más allá?’ –dice este profesor, autor del libro Físicamente (Ediciones de Mente)–. A cierta gente le va a interesar más si le hablás de Los Simpson que si le hablás secamente de Newton. Es como un chantaje que hago. Es como si dijera: ‘Prestame atención que te voy a contar algo gracioso’.”

–¿Cómo se le ocurrió este abordaje?

–De casualidad. Durante casi diez años, de 1990 a 2000, no vi televisión. Hasta que un amigo me comentó el episodio “Bart contra Australia” de la sexta temporada en el que se menciona el efecto Coriolis, un fenómeno responsable del giro en vientos y corrientes marinas. En el capítulo, Bart y Lisa se entretienen tirando líquidos en la pileta del baño y jugando a ver cuál llega primero al desagüe. Desde ahí comencé a prestarle atención a la serie y a juntar una colección de referencias.

–¿Como cuáles?

–Hay cuestiones de termodinámica, se menciona el Teorema de Fermat, viajes en el tiempo y hasta paradojas temporales, como en el capítulo especial de Halloween donde Homero va al pasado y mata un mosquito y, al volver, está todo cambiado. Es un claro homenaje al cuento de Ray Bradbury, “El sonido del trueno”. También hay un episodio cuando Apu confiesa que puede recitar los decimales de Pi, otro en el que Bart descubre un cometa y análisis de ADN sirve para saber quién quiso matar al señor Burns.

–El año pasado la serie fue catalogada por la revista Nature como “uno de los mejores programas de divulgación científica de la televisión”.

–Y, sin embargo, hay profesores de ciencias a los que no les gusta este tipo de forma de enseñanza. Muchos se limitan al manual, por miedo o por falta de tiempo.

–¿Cuál es el personaje más científico? Seguro que dice Lisa.

–Obviamente. En Italia la llaman “la piccola Mafalda”. Es un personaje inverosímil: una chica de ocho años que sabe de todo. Hay un episodio en el que se queda encerrada en un laberinto y dice: “Vamos a salir aplicando el algoritmo de Tremaux”. Tuve que buscar en internet qué era ese algoritmo para resolver laberintos. También se pueden usar como ejemplos Snoopy, Mafalda y Tin Tin.

–Pero en Los Simpson también está el personaje estereotipado del científico loco, el profesor Fink.

–Sí. Homero es el lugar de la ignorancia y Lisa es pura curiosidad, es la palabra autorizada incluso por sobre el policía y otros adultos.

–¿Y cómo se explica tanta ciencia en un dibujo animado?

–Es una travesura de los guionistas: David Cohen es físico, Ken Keeler y J. Stewart Burns, matemáticos. Los guiños están ahí y falta que alguien los señale. Aunque, si se explicitaran todos estos giros, tal vez la gente se aburriría. O sea, si se destacara el carácter divulgativo de la serie, perdería popularidad. Para la gran mayoría, la ciencia es aburrida. Esto demuestra que no es así.

–También están los científicos invitados.

–El paleontólogo Stephen Jay Gould, Stephen Hawking y el químico Dudley Herschbach.

–Es decir, esta mirada científica sobre Los Simpson permite redescubrir chistes.

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